En Cartas Obispo Emérito

Queridos hermanos y amigos:

En este domingo comenzamos a leer en las misas dominicales el capítulo sexto del Evangelio de San Juan, conocido como el discurso del pan de vida. Todos los domingos del mes de agosto escucharemos diversos versículos de este capítulo. Es un capítulo que identificamos con la Eucaristía, puesto que el verdadero pan de vida es el mismo Cristo.

Comienza este capítulo con el texto que hoy escuchamos (Juan 6, 1-15) y que nos narra el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Jesús, después, partiendo de este milagro en el que una multitud ha sido alimentada en la montaña, lo desarrollará, explicando qué, o mejor, quién es el verdadero alimento, el verdadero pan de vida; por ello hablará después de otro misterioso pan, que anunciará y que es su misma carne, verdadero alimento, que hay que comer: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo… y el pan que yo daré es mi carne” (v. 51).

Estas lecturas que iremos escuchando a lo largo de este próximo mes de agosto, nos brindan la oportunidad de profundizar en nuestra vivencia de la Eucaristía y valorar cada vez más el sacramento que es el centro de la vida cristiana y especialmente la celebración de la Misa dominical.

Jesús quiere que sus discípulos comprendamos que él es “pan verdadero”, por ello, distingue entre el “alimento que perece”, que es el que va buscando la gente, y el “alimento que perdura para la vida eterna”, que es el que quiere darnos Jesús.

La humanidad de hoy camina por este mundo, cargada a menudo de preocupaciones, que responden a distintas “hambres”. Hay muchas clases de hambre, además de la material: hambre de amor, de felicidad, de verdad, de seguridad, de sentido de la vida; y Dios no es indiferente ante esta hambre más profunda de cada ser humano; por ello quiere estar cerca y a dar su “pan”, el verdadero alimento. Este pan es su Hijo, Jesucristo, que no se cansa de repetirnos: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”.

Abramos, pues, el corazón con confianza para alcanzar este alimento y para ello, es preciso creer: “La obra de Dios es que creáis”. Las necesidades más profundas solo pueden ser saciadas con la fe. No consintamos que las angustias de cada día y las preocupaciones nos lleven a olvidar la cosa más importante que solo Dios nos puede dar.

Espero que en este próximo mes de agosto, todos podamos con paz meditar en estas palabras de Jesús que iremos escuchando y que nos ayudarán en nuestra vida.

Durante este próximo mes “Iglesia en Aragón” se toma un merecido descanso. Desde el pasado mes de septiembre hasta hoy no he querido faltar a esta cita que tengo con vosotros cada semana, con estas cartas que comparto con vosotros. Espero que os hayan ayudado y, si Dios quiere, volveremos el primer domingo de septiembre a nuestro encuentro semanal.

Os deseo a todos un feliz mes de agosto, un tiempo de encuentro en el que nuestros pueblos se vuelven a llenar con la vuelta de los que vivís en otros lugares. Que sea un tiempo para vivir la amistad y la familia, para celebrar tantas fiestas en armonía y colaboración mutuas; pero, no olvidéis que es también un tiempo para encontrarnos con Dios, con más posibilidades para meditar, orar y celebrar nuestra fe. Felices fiestas y descanso para todos.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

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