En Cartas Obispo Emérito

Queridos hermanos y amigos:

En la carta del pasado domingo 30 de septiembre, os invitaba a “volver a lo esencial” de la vida cristiana y subrayaba la importancia de la Misa dominical. Hoy quiero hacer hincapié en otro aspecto fundamental de nuestro ser cristianos, hemos sido llamados a la santidad.

El papa Francisco, a los cinco años de su elección, ha publicado su tercera exhortación apostólica con el título de “Gaudete et exsultate” (GE) y le ha querido dar este subtítulo: “El llamado a la santidad en el mundo actual”. El Papa nos señala lo esencial, aquello que importa, el significado mismo de la vida cristiana, que, en las palabras de san Ignacio de Loyola, es “buscar y encontrar a Dios en todas las cosas”. Este es el corazón de toda reforma, personal y eclesial, “poner en el centro a Dios”.

Santidad que vivimos en la vida ordinaria, en el quehacer de cada día, en la familia, en las relaciones sociales, en el trabajo. No nos hacen falta cosas extraordinarias para vivir la santidad.
En el capítulo cuarto Francisco expone algunas características de la santidad en el mundo actual: “Cinco grandes manifestaciones del amor a Dios y al prójimo que considero de particular importancia, debido a algunos riesgos y límites de la cultura de hoy” (GE 111). El Papa es consciente de que en esta cultura se manifiestan riesgos y límites que él también enumera: “La ansiedad nerviosa y violenta que nos dispersa y nos debilita; la negatividad y la tristeza; la acedia cómoda, consumista y egoísta; el individualismo, y tantas formas de falsa espiritualidad sin encuentro con Dios que reinan en el mercado religioso actual” (GE 111).

A pesar de estas dificultades, el Papa enumera las características de la santidad ordinaria del cristiano:

La primera es el aguante, la paciencia y la mansedumbre, para poder ejercer estas virtudes nos dice Francisco es necesario “luchar y estar atentos frente a nuestras propias inclinaciones agresivas y egocéntricas para no permitir que se arraiguen” (GE 114). No nos habla de humillaciones extraordinarias, nos habla de las cotidianas; y para ello debemos tener un ánimo “pacificado por Cristo, liberado de esa agresividad que brota de un yo demasiado grande” (GE 121).

La segunda es la alegría y sentido del humor. No hay santo triste, por ello la santidad “no implica un espíritu apocado, tristón, agriado, melancólico, o un bajo perfil sin energía” (GE 122). Incluso el papa Francisco nos dice que “el mal humor no es un signo de santidad” (GE 126). “El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado» (GE 122). El Señor «nos quiere positivos, agradecidos y no demasiado complicados» (GE 127).

La tercera es la audacia y el fervor: Nuestra debilidad no nos debe impedir ser audaces y vivir con fervor la vida cristiana, la santidad vence los miedos que podamos tener.El santo es una persona apasionada que no sabe vivir en la “mediocridad tranquila y anestesiante” (GE 138).

La cuarta es el camino comunitario: Para Francisco, la vida comunitaria preserva de la “tendencia al individualismo consumista que termina aislándonos en la búsqueda del bienestar al margen de los demás” (GE 146). Nuestra propia comunidad es el “lugar” en el que Dios se hace presente a pesar de sus problemas y dificultades.

La quinta característica es la oración constante: El santo “necesita comunicarse con Dios. Es alguien que no soporta asfixiarse en la inmanencia cerrada de este mundo, y en medio de sus esfuerzos y entregas suspira por Dios, sale de sí en la alabanza y amplía sus límites en la contemplación del Señor” (GE 147). Por ello, “no creo en la santidad sin oración –dice el Papa-, aunque no se trate necesariamente de largos momentos o de sentimientos intensos» (GE 147). Una oración que lleva en su corazón a todos los demás, a través de la intercesión y la petición por el mundo.
Emprendamos, pues, esta llamada a la santidad que el Papa nos propone a todos.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona

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