En Encuentros con Jesús y al vivo

ENCUENTRO DE JESÚS CON PEDRO, SANTIAGO Y JUAN… (Lucas 5, 1-11)

Jesús vio dos barcas en la playa. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó en la barca, y desde allí comenzó a enseñar a la gente. Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón: —Lleva la barca a la parte honda del lago, y echen allí sus redes, para pescar. Simón le contestó: —Maestro, hemos estado trabajando toda la noche sin pescar nada; pero, ya que tú lo mandas, voy a echar las redes. Cuando lo hicieron, recogieron tanto pescado que las redes se rompían. Al ver esto, Simón Pedro se puso de rodillas delante de Jesús y le dijo: —¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador . Pero Jesús le dijo a Simón: —No tengas miedo; desde ahora vas a pescar hombres. Entonces lo dejaron todo y se fueron con Jesús.

1.- Buscar a Jesús. Pedro, Santiago y Juan, ya han conocido a Jesús y lo siguen. Y, sin embargo, siguen buscando, siguen interrogando, siguen inquietos tratando de descubrir quién es Jesús. Se han encontrado con un “continente desconocido” que cada día despierta en ellos más curiosidad. Para un cristiano que cree en Jesús hijo de Dios, nunca debe cesar la inquietud por descubrir nuevos aspectos de Jesús. Nunca podemos decir: Yo ya he conocido a Jesús. La persona de Jesús es tan rica que nunca acabaremos de descubrirla del todo. Como Moisés debemos ser humildes y reconocer que estamos pisando una “tierra sagrada”. Y allá al fondo, “una zarza que arde sin consumirse” (Ex.3,2)

2.- Contrastar nuestra vida con el evangelio.
Jesús “se sentó en la barca”. Es una manera de decirnos que quiere hablarnos como Maestro, y debemos estar muy atentos a sus enseñanzas. Vamos a ver qué nos dice a los seguidores de todos los tiempos:

+ Dice Jesús a Pedro: “Lleva la barca a la parte más honda del lago”. Y es precisamente la parte donde Pedro ha estado pescando toda la noche. Como buen pescador, sabe que la hora propicia para pescar no es el día sino la noche. Si en el tiempo propicio, no se ha pescado nada, parece una tomadura de pelo el que a un profesional se le mande eso. Y, no obstante, Pedro obedece al Maestro y echa las redes. Aquí es el propio Jesús el que le hace a Pedro una propuesta absurda, no razonable. Lo cual quiere decir que la fe no hay que razonarla, sino creerla. Con todo, San Pedro “se fió plenamente del Señor aunque no entendía esa decisión. Todos pasamos por momentos en que no vemos claro, nos vienen las dudas, no entendemos el proceder de Dios. Y entonces, ¿Nos fiamos de Jesús como San Pedro?

+ Recogieron tantos peces que las redes se hundían. Es el milagro de la fe. Es el premio de haber creído. La Virgen se fió plenamente de Dios y toda su vida fue un “Magníficat”, un canto de alabanza.

+ Simón Pedro dijo: “Apártate de mí que soy un pecador”. ¿Acaso Pedro se quería separar de Jesús? No. En otra ocasión, le dijo: ¿Adónde iremos si nos separamos de Ti? (Jn. 6,68). ¿Qué ha pasado? Después de ver el milagro, San Pedro ha caído en la cuenta de que Jesús, esa persona tan cercana y maravillosa con la que está compartiendo su vida, es algo más que un profeta. Es el Hijo de Dios. Entonces Pedro, lleno de una gran humildad, se siente indigno de estar con Él, no se merece tanto, y trata de irse. Pero Jesús le dice: ¡No tengas miedo! Ya no estamos en el A.T. donde no se podía ver a Dios y seguir viviendo. Jesús quita el miedo a Dios. Pero sí que quiere de nosotros una actitud de “asombro” de modo que caigamos de rodillas ante Él, como ha hecho San Pedro. No debemos olvidar nunca, para no empequeñecer a Dios, el considerarlo sólo como un hombre maravilloso, pero sólo hombre. Jesús es también Dios, el Otro, el distinto, el Absoluto. Lo entendió muy bien San Agustín cuando le decía a Jesús:” ¿Qué es eso que, al estar contigo, me enaltece y me estremece? Me enaltece eso que tienes tan semejante a mí: eres hombre como yo. Pero me estremece eso que tienes tan distinto de mí: eres Dios”. Me pregunto: ¿Sé guardar con Jesucristo ese equilibrio de cercanía y de respeto? ¿Trato a Jesucristo como si sólo fuera un hombre? ¿sé amarle y adorarle? ¿sé quererle y estremecerme? Me encanta que sea hombre, pero ¿le dejo ser Dios?

+ Desde ahora vas a ser pescador de hombres. Es muy bonita la tarea que Jesús nos confía: la tarea de hacer hombres y mujeres, la tarea de hacer personas. Personas como Jesús, con sus pies bien asentados en la tierra, pero con su mirada al cielo donde está su Padre Dios.

Pregunta: El ser cristiano, ¿me hace ser más humano? El estar cerca de Dios en la oración, ¿me lleva irresistiblemente a tratar a las personas con ternura?

3.- Compromiso. Después de contrastar mi vida con este evangelio, no puedo seguir viviendo igual. Tengo que estar dispuesto a cambiar, a fiarme más de Dios, a quitar de mi mente falsas ideas sobre Jesucristo, a tomar mi vida en serio. Es una tarea apasionante el dedicar mi tiempo, mi trabajo, mi riqueza interior en hacer que las personas con quienes trato sean cada vez más felices, más personas .

4.- Quedarse solo con Jesús. Después de un encuentro con Jesús,lo más importante es quedarse con Él, no ver más que a Él, Si nuestra mirada está desparramada entre muchas cosas superficiales, si no me acabo de desprender de otros ídolos que tiran de mi corazón, nunca voy a ser feliz, nunca voy a disfrutar de la presencia eficaz de Jesús en mi vida. Necesito ser libre en Cristo para disfrutar de la auténtica libertad; necesito amar en Cristo para saborear lo maravilloso que es el amor; necesito ser feliz en Cristo, para experimentar la verdadera felicidad. Sólo mirando a Jesús, escuchando a Jesús, siguiendo a Jesús, puedo llevar mi vida hacia la plenitud.

5.- Oración.

•  Jesús pidió a Pedro que alejara un poco la barca de la orilla. Señor, lo reconozco, la barca de mi vida está muy arrimada a la tierra y debo alejarme para entrar mar adentro. Todavía me debo desprender de muchas cosas que me tienen atado, amarrado a la tierra. Hay en mi corazón muchas ataduras que no me dejan ser libre. Yo he intentado muchas veces liberarme y no he podido. Tal vez mi mal ha estado en querer ser yo y sólo yo el que me podía desatar, y ¡No he podido! Quiero alejar mi barca de la tierra, meterme contigo y navegar a tu lado, pero necesito que sople con fuerza sobre mi barca el viento de tu Espíritu.

•  Señor, hemos estado trabajando toda la noche sin pescar nada. Es una triste experiencia. En mi vida ha habido mucho trabajo, mucho esfuerzo, muchas reuniones, mucho hablar… y muy poca pesca. Ha habido mucha noche: mucha oscuridad, mucha desorientación, mucha duda, Pero también he sentido tu presencia en mí como una luz mañanera que, a medida que avanza, se va llenando de más luz y de más colores. Quiero, Señor, que me recuerdes tus palabras: ”Sin Mí no podéis hacer nada”. Lo cual quiere decir que, estando contigo, lo podemos todo. Señor, te prometo que. a partir de hoy, voy a contar más contigo y menos conmigo mismo.

•  Apártate de mí que soy un pecador. Señor, estas palabras de San Pedro me vienen muchas veces a la cabeza. Pero, también te quiero decir con él: Si me aparto de ti, ¿adónde iré? Sin Ti mi vida no tiene sentido. Eres el aire que respiro; el pan que me alimenta; el vino que alegra mi vida. Si Tú eres mi cimiento, si yo me voy de Ti, ¿qué va a ser de mi casa? Si Tú eres mi ilusión, si me voy de Ti ¿qué va a ser de mis sueños? Si Tú eres mi esperanza, si Tú te vas, ¿dónde irán a parar mis cenizas? Si Tú eres mi todo, ¿Quién cuidará de mi nada?

•  ¡No tengas miedo! ¡Qué palabras más bellas, más dulces, más consoladoras! Sin Ti, todo en la vida se tambalea, nada hay seguro, todo es frágil. Pero, estando contigo, pierdo todos los miedos: el miedo a la enfermedad, el miedo a la vejez, el miedo a la vida y también el miedo a la muerte. “Aunque pase por cañadas oscuras, nada temo; porque Tú vas conmigo. Tu vara y cayado me sosiegan” (Salmo 23)”. Señor, haz que pierda todas mis seguridades y ponga mi seguridad sólo en Ti.

•  Desde ahora vas a pescar hombres. Señor, ¡qué bonita tarea me encomiendas!: la de hacer personas. Lograr que cada hombre se realice plenamente como hombre y cada mujer como mujer. La sensación que tenemos es que la mayoría de la gente se muere con una vida a medio hacer, a medio llenar. Cada uno se va con la pena de no haber sido lo que pudo ser. Por eso te pido que me ayudes a realizar mi tarea de hacer personas, personas en plenitud. Para ello, antes que nada, me tienes que ayudar a llenar mi vida, a ser lo que Tú has soñado sobre mí, a no perder el tiempo. Tú has venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia” (Juan 10,10).

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