Queridos hermanos y amigos:
Este cuarto domingo de Cuaresma se caracteriza por anticiparnos la alegría de la Pascua en nuestro camino cuaresmal, recibe el nombre de “Laetare”, alegraos; incluso las vestiduras moradas del sacerdote propias del tiempo pueden ser cambiadas por unas de color rosa que quieren ser como un anuncio de la mañana de pascua.
Las lecturas de la Misa nos dan motivos para que vivamos esta alegría, nos presentan a un Dios liberador que no se desentiende de su pueblo (2 Crónicas 36, 14-16. 19-23) como escuchamos en la primera lectura y en el Evangelio (Juan 3, 14-21) nos anuncia cómo la misericordia de Dios sigue actuando en favor de los hombres porque “Dios envió su Hijo para que el mundo se salve por él”.
Nosotros podemos también ahora obtener esta alegría de la salvación y sellarla en nuestros corazones. La Iglesia nos ofrece este sello a través del sacramento de la Penitencia o Reconciliación que como nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1422) «Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones».
Participar de este sacramento es “un ejercicio de amor”. El amor de Dios, mostrado en el Hijo, que mueve nuestro corazón y la respuesta, también amorosa, de los fieles que se sienten asombrados y admirados por el amor de Dios y acuden a su abrazo de Padre.
El papa Francisco no se cansa de invitarnos a acercarnos al sacramento de la Penitencia o la Reconciliación, incluso en más de una ocasión lo hemos podido ver confesando a los fieles o acercándose él mismo hasta un confesionario para celebrar este sacramento.
El día 19 de febrero de 2014 dedicó una catequesis del miércoles a este tema, como es habitual en él lo hizo de una manera sencilla y clara, como si se tratara de un párroco que instruye a sus fieles. Quiero aprovechar sus palabras de aquel día para animaros ahora a que os acerquéis a este sacramento.
Partimos de nuestra debilidad: “Todos lo sabemos, esta vida, nosotros la llevamos en vasos de barro (2 Corintios 4,7), estamos todavía sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la nueva vida. Por esto, el Señor Jesús, ha querido que la Iglesia continúe su obra de salvación también hacia sus propios miembros, en particular, con el Sacramento de la Reconciliación y el de la Unción de los enfermos, que pueden estar unidos bajo el nombre de Sacramentos de sanación”.
Nuestra debilidad puede ser sanada: El sacramento de la reconciliación es un sacramento de sanación. Cuando yo voy a confesarme, es para sanarme: sanarme el alma, sanarme el corazón por algo que hice no está bien. El ícono bíblico que los representa mejor, en su profundo vínculo, es el episodio del perdón y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y de los cuerpos (Marcos 2,1-12 / Mateo 9,1-8; Lucas 5,17-26).
Dios nos sana gratuitamente: “El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino es un regalo, es don del Espíritu Santo, que nos colma de la abundancia de la misericordia y la gracia que brota incesantemente del corazón abierto del Cristo crucificado y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en paz. Y esto lo hemos sentido todos, en el corazón, cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de tristeza. Y cuando sentimos el perdón de Jesús, ¡estamos en paz! Con aquella paz del alma tan bella, que sólo Jesús puede dar, ¡sólo Él!
Debemos vencer el miedo: “Si ha pasado mucho tiempo, ¡no pierdas ni un día más! Ve hacia delante, que el sacerdote será bueno. Está Jesús, allí, ¿eh? Y Jesús es más bueno que los curas, y Jesús te recibe. Te recibe con tanto amor. Sé valiente, y adelante con la Confesión”.
Espero que estos puntos entresacados de esta catequesis del Papa nos ayuden en esta Cuaresma a acercarnos a este abrazo de amor que es el sacramento de la Penitencia o Reconciliación.
Con todo afecto os saludo y bendigo.
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona