En Cartas Obispo Emérito

Queridos hermanos y amigos:

El pasado domingo, al comenzar la Cuaresma, os presentaba el Mensaje del papa Francisco para este tiempo. Hoy, en este segundo domingo, quiero proseguir comentando con vosotros lo que el Papa nos propone para curar el corazón enfriado por la falta de amor.

El Santo Padre, después de haber presentado en la primera parte de su mensaje, cómo un mundo egoísta va enfriando el amor y esto hace que vaya creciendo la maldad, nos propone recuperar tres elementos fundamentales de la espiritualidad cristiana y que, desde el inicio de la Cuaresma, en la celebración del miércoles de Ceniza, se nos han presentado; él lo llama “el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno”.

La oración: En este tiempo de Cuaresma debemos recuperar la oración, como nos dice el Papa: “La oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida”

Nuestro modelo y maestro de oración es el mismo Cristo, San Agustín nos propone que la oración es fijarnos en su oración para poder aprender a hacerla: “Escucha al Maestro que ora; aprende a orar. Efectivamente, para esto oró Él, para enseñar a orar” (Enarrationes in Ps. 56,5).

Dentro de este espíritu de oración que debemos recuperar, el papa Francisco nos propone nuevamente, para esta Cuaresma, celebrar la jornada de oración y penitencia, “24 horas para el Señor”, esta iniciativa nos la presenta como una “ocasión propicia”. “En el 2018 tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: De ti procede el perdón”

Os animo a que las parroquias secunden esta iniciativa como habéis hecho los años pasados y que en Tarazona y Calatayud sea un motivo para reunir a los feligreses de las distintas parroquias ofreciéndoles la oración y la posibilidad de acercarse al sacramento de la Penitencia. Sin duda serán una gran ayuda para todos.

La limosna: El segundo “dulce remedio” que nos presenta el Papa es el de la limosna. Como nos dice Francisco: “El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío”. Como señala el Papa es una posibilidad de seguir el ejemplo de los Apóstoles: “Me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia”.

Saber compartir en nuestra vida de cada día sabiendo que “cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?”

El ayuno: Sobre él nos ofrece el Papa esta reflexión: “El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer”. A su vez,  “por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre”.

Cada uno de nosotros debemos encontrar la forma de vivir estas propuestas del Papa que, por otra parte, son las clásicas de la Cuaresma; sin duda recuperar la oración, la limosna y el ayuno, nos ayudarán a vivir con un corazón nuevo encendido en el amor de Dios.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

 

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

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