En Cartas Obispo Emérito

Queridos hermanos y amigos:

En el Evangelio de este domingo (Lucas 24,35-48) se nos ofrece el momento en que Jesús Resucitado se hace presente en medio de la comunidad que, reunida, escucha el testimonio de los dos discípulos de Emaús que narran su encuentro con Cristo y la experiencia de su Resurrección porque lo han reconocido “al partir el pan”. En este momento, el evangelista nos dice que el mismo Señor se hace presente y les desea y da la paz: “Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: Paz a vosotros”.

Este saludo de paz es el saludo pascual por excelencia porque es con el que siempre Jesús saluda a la comunidad reunida después de la Resurrección. También hoy a nosotros nos dirige ese mismo saludo y deseo.

A la vez, el evangelista nos presenta una comunidad desconcertada por los acontecimientos que ha vivido, así nos dice Lucas: “Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma”.

Dos realidades que también se dan en nosotros, por una parte, nuestras dudas y miedos y por otra Jesús Resucitado que siempre viene a nuestro encuentro y no se cansa nunca de buscarnos.

Es lo mismo que dice san Pedro en su predicación que recoge el libro de los Hechos y que escuchamos en la primera lectura de la Misa de este domingo (Hechos de los Apóstoles 3,13-15.17-19), muchas veces también nosotros hemos rechazado a Jesucristo y su Evangelio en nuestras vidas: “Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida”. Pero, Él no se cansa nunca de buscarnos, más aún, nos excusa, como dice san Pedro: “Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia”.

También san Juan en la segunda lectura de hoy, nos anima (1Juan 2,1-5): “Os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo”. Jesucristo nos da la paz, y con su ella, su amor y su misericordia para que por encima de nuestras debilidades esté siempre su fuerza que nos puede transformar y abrir el corazón.

Con esta confianza hacemos nuestras las palabras del Salmo (4,2.7.9) y las convertimos en nuestra oración: “Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor”, sabiendo que como termina el salmo: “tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo”. Ante todas las dificultades esta debe ser nuestra confianza y, a la vez, nuestra verdadera paz.

En esta Pascua, el pasado día 3 de abril, el papa Francisco en su cuenta oficial de Twitter lanzaba este saludo a todos los cristianos: “El Pastor resucitado dé paz a nuestros días”, y a la vez nos recordaba: “El Pastor Resucitado no se cansa de buscarnos a nosotros,  sus hermanos perdidos en los desiertos del mundo”. El Pastor Resucitado, Cristo, nos dice el Papa, “va a buscar a quien está perdido en los laberintos de la soledad y de la marginación. El Pastor Resucitado se hace compañero de camino”

Que este sea hoy también nuestra petición, para que nosotros seamos en nuestras vidas constructores de la paz de Cristo y, a la vez, que esta paz llegue a todos los hombres y mujeres de la tierra, a todos los pueblos, especialmente a aquellos que sufren por la guerra, la injustica o el hambre.

Con este deseo os saludo y bendigo.

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

 

 

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