Queridos hermanos y amigo:
En mi carta semanal del pasado 29 de abril os comunicaba que del 30 de abril al 1 de julio iba a realizar la Visita Pastoral al Arciprestazgo de Calatayud. En esa carta os presentaba lo que era una Visita Pastoral y encomendaba la misma a vuestras oraciones. Concluidos estos dos meses de Visita a Calatayud, creo que es mi obligación, agradeceros vuestras oraciones y, a la vez, invitaros a dar gracias a Dios por este tiempo que, sin duda, ha sido tiempo de gracia para las distintas parroquias del Arciprestazgo de Calatayud.
Creo que esta Visita Pastoral ha cumplido los objetivos que os planteaba al comenzarla. He querido acompañaros a todos vosotros, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos de las distintas parroquias y comunidades, compartir el gozo de la fe que nos anima y alentar la esperanza y los trabajos comunes por el Evangelio. La inicié con gran ilusión y, también, con gran esperanza; en ella he podido compartir la fe, la esperanza y el amor con que Dios nos ha bendecido.
No es este el lugar apropiado para hacer una crónica detallada de todos los encuentros que he tenido estos días en Calatayud y su comarca, solamente resumo algunos aspectos que he vivido con especial intensidad.
He visitado todos los pueblos del Arciprestazgo y Calatayud: iglesias, ayuntamientos, colegios, escuelas, enfermos, residencias ancianos, grupos parroquiales etc. Esto me ha servido para conocer la realidad de cada pueblo y parroquia, sobre todo, para poner rostro concreto a cada parroquia y a cada pueblo. La realidad de nuestra diócesis es un conjunto de pequeñas parroquias y de vida sencilla y, en ellas, he descubierto la fuerza de la semilla del Evangelio que crece en la humildad y la pequeñez.
En todos los pueblos me han tratado muy bien y me habéis acogido como pastor pero, sobre todo como amigo y hermano. Aprovecho para dar gracias a las instituciones civiles que habéis aceptado la visita del obispo y me habéis hecho participes de vuestras inquietudes y preocupaciones; y, también, de los que habéis preparado con esmero y cariño las celebraciones, encuentros y reuniones.
Quiero tener un pensamiento especial para todos los ancianos y enfermos que he visitado estos días, ésta ha sido una de las ocupaciones a la que he dedicado buena parte del tiempo de la Visita. Agradezco vuestra acogida y la de vuestras familias y admiro vuestro testimonio de paciencia y de fe.
En este domingo celebraré la Eucaristía en el santuario de la Virgen del Moncayo en la romería del Quililay. Desde este santuario de la Virgen, en uno de los puntos geográficos más altos de nuestra diócesis de Tarazona, daré gracias por esta Visita Pastoral y, a la vez, encomendaré a cada uno de los diocesanos.
Quiero, finalmente, invitaros a todos a que os unáis a mí, en acción de gracias al Señor, porque el próximo domingo, día 8, a las 7 de la tarde en la S. I. Catedral, presidiré una Misa con motivo de los 50 años de mi ordenación sacerdotal. El día 7 de julio de 1968 fui ordenado sacerdote en Marcilla (Navarra), entonces teologado de los Agustinos Recoletos, y ahora, cincuenta años después, quiero con vosotros celebrarlo con un espíritu de familia y comunidad.
Con todo afecto os saludo y bendigo.
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona