Queridos hermanos y amigos:
San Pablo nos invita en este domingo a descubrir, como escuchamos en la segunda lectura (Efesios 1, 3-14), que Dios nos eligió a cada uno de nosotros y pensó en nosotros antes de la fundación del mundo. Es decir cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles, elegidos y amados de Dios.
Esta elección de Dios, sobre cada ser humano, es la que da la dignidad a cada uno de nosotros. El papa Francisco lo expresaba así, al dirigirse a una delegación del Instituto Dignitatis Humanae (7 de diciembre de 2013): “El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios” y por tanto posee “una dignidad originaria… insuprimible, indisponible para cualquier poder o ideología”. El Papa parte de esta “verdad fundamental” para subrayar que “por desgracia en nuestra época, tan rica de tantas conquistas y esperanzas, no faltan poderes y fuerzas que acaban por producir una cultura del descarte; y esta tiende a convertirse en mentalidad común”.
Esta dignidad humana está amenazada en nuestros días por esta cultura del descarte, como señalaba el Papa: “Las víctimas de esta cultura son precisamente los seres humanos más débiles y frágiles – los no nacidos, los más pobres, los viejos enfermos, los discapacitados graves…, que corren el riesgo de ser ‘descartados’, expulsados por un engranaje que debe ser eficiente a toda cosa. Este falso modelo de hombre y de sociedad propone un ateísmo práctico negando de hecho la Palabra de Dios que dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (cfr Gen 1,26).
Es por ello necesario que, ante estas amenazas a la dignidad del ser humano, nosotros alcemos nuestra voz para defenderla, como subrayaba el Francisco en el encuentro al que me refiero en esta carta: “En la Doctrina social de la Iglesia hay un fruto particularmente significativo del largo camino del Pueblo de Dios en la historia moderna y contemporánea: hay una defensa de la libertad religiosa, de la vida en todas sus fases, del derecho al trabajo y al trabajo decente, de la familia, de la educación”.
Esta dignidad del ser humano es la que debemos pedir a todos aquellos que tienen responsabilidad en este mundo, el verdadero progreso de la humanidad vendrá por proteger y fomentar el valor de cada vida, por eso debemos proponer estos valores a nuestra sociedad, valores que no son un lastre o una carga, sino una propuesta a favor del ser humano y de su dignidad. Prescindiendo de ideologías, todos deberíamos tener en común este deseo y, como decía el papa Francisco en el discurso al que hago referencia hoy: “Son bienvenidas”, por tanto, todas las iniciativas que “quieren ayudar a las personas, comunidades e instituciones a redescubrir el alcance ético y social del principio de la dignidad humana, raíz de libertad y de justicia.
Para que los cristianos no nos dejemos arrastrar por esta mentalidad mundana es necesaria nuestra formación, como señalaba el Papa: “Con este fin, es necesaria una obra de sensibilización y de formación, para que los fieles laicos, de cualquier condición, y especialmente los que trabajan en el campo político, sepan pensar según el Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia y actuar coherentemente, dialogando y colaborando con cuantos, con sinceridad y honradez intelectual, comparten, si no la fe, al menos una visión parecida del hombre y de la sociedad y sus consecuencias éticas. No son pocos los no cristianos y los no creyentes convencidos de que la persona humana debe ser siempre un fin y nunca un medio”.
Aunemos, pues, nuestras fuerzas en favor del ser humano, de su dignidad y de sus derechos.
Quiero, finalmente, desde “Iglesia en Aragón”, agradecer a todos aquellos que de alguna manera os habéis unido a mí en la acción de gracias a Dios por el don de mis bodas de oro sacerdotales. Seguid rezando al Señor para que continúe siendo fiel a Él en el servicio que la Iglesia me ha encomendado. Gracias de corazón a todos.
Con profundo afecto os saludo y bendigo.
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona