En Cartas Obispo Emérito

Queridos hermanos y amigos:

El Evangelio de hoy (Marcos 9, 30-37) nos presenta otra vez lo que escuchábamos el domingo anterior (Marcos 8,27-35), un nuevo anuncio de la Pasión: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará”. Como en el primer anuncio los discípulos quedan espantados y con miedo: “No entendían aquello, y les daba miedo preguntarle”.

Curiosamente nos dice el evangelista que mientras Jesús está hablando de la Cruz y de la Pasión, los discípulos discuten entre sí quién de ellos es el de mayor importancia: “Una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante”.

Jesús siempre tiene paciencia con ellos, y por esto, también nos dice el texto del Evangelio: “Iba instruyendo a sus discípulos”; es decir, realiza con ellos un trabajo de formación. Esto nos hace ver, también a nosotros, que necesitamos formarnos siempre en lo que significa vivir como nos dice Jesús en el Evangelio.

En el episodio del Evangelio de hoy, Jesús aparece como el maestro que forma a sus discípulos a quienes también podemos llamar seguidores. Por eso no es lo mismo ser profesor que maestro, los profesores explican una determinada materia a los alumnos, que incluso puede ser importante; los maestros tienen discípulos a los que forman no sólo en un aspecto determinado, sino en todo lo que significa y es la vida.

En época de Jesús, los discípulos seguían a sus maestros, y en este caso podemos decir que “seguir” era un término que formaba parte del sistema educativo, ya que expresa la estrecha relación entre el maestro y el discípulo; es lo que hace Jesús con sus discípulos que conviven con Él siempre, observan, escucha, interiorizan y de esta forma son formados por Jesús.

El que una persona siga a Jesús no quiere decir que por ello es perfecta o santa, siempre tendrá sus dificultades y dudas, momentos de oscuridad, y otros muchos problemas, como vemos hoy en el Evangelio; lo importante es estar con Él, dejarnos modelar por Él, aprender de Él; y de esta manera, aprender a servir, que es la lección que hoy Jesús Maestro da a sus discípulos: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.

Servir especialmente a los pequeños y a los que no tienen importancia en este mundo, a los que cuentan poco en él. Nos presenta el Evangelio el gesto de Jesús y las palabras que lo acompañan: “Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”.

Profundicemos en nuestra relación y amistad con el Maestro, Jesús, aprendamos cada día su lenguaje, sus sentimientos, sus actitudes… y así nuestro corazón rebosará misericordia, paz, entrega, esperanza, alegría, compromiso, seremos verdaderos discípulos suyos.

Y como discípulos de Jesús, debemos aprender a servir, no a ejercer poder, y para ello debemos ser como niños, es decir, no tener perjuicios, ser como una página en blanco en la Jesús va escribiendo y marcando nuestra vida. Tener confianza en Dios, como los niños que todo lo esperan y lo reciben de sus padres.

Con todo afecto os saludo y bendigo

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

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