En Cartas Obispo Emérito

Queridos hermanos y amigos:

En este domingo del mes de octubre tenemos nuestra cita anual con el día del Domund, la Jornada mundial de las misiones; un día que nos recuerda a todos que la Iglesia es misionera, como nos dice el Concilio Vaticano II, en el decreto “Ad gentes”, sobre la actividad misionera de la Iglesia: “La Iglesia peregrinante es misionera por su naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre” (AG  2).

Por eso, en este día, tenemos presente, en nuestra oración y celebración, a todos los miembros de la Iglesia que en distintos lugares del mundo anuncian con total entrega y generosidad el Evangelio de Jesucristo y, con su palabra y sobre todo con su testimonio, ayudan a cambiar el mundo, como nos indica hoy el eslogan de esta Jornada.

Podemos decir que cada uno de los misioneros y misioneras con sus diversas acciones cumplen lo que el decreto “Ad gentes” señala como fundamento de la acción misionera: “Mas en el presente orden de cosas, del que surge una nueva condición de la humanidad, la Iglesia, sal de la tierra y luz del mundo (Cf. Mt 5,13-14), se siente llamada con más urgencia a salvar y renovar a toda criatura para que todo se instaure en Cristo y todos los hombres constituyan en Él una única familia y un solo Pueblo de Dios” (AG. 1). Cambiar el mundo es “salvar y renovar” a todos con los valores del reino de Dios y crear, de este modo, “una única familia”.

En su mensaje de este año para esta Jornada, el papa Francisco subraya con especial énfasis el papel que los jóvenes deben tomar en esta iniciativa misionera de la Iglesia. No podemos olvidar que, en este mismo mes, del 3 al 28, se está celebrando en Roma la XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”.

En este mensaje el Papa invita a los jóvenes a abrirse a Cristo y a su Iglesia: “Queridos jóvenes, no tengáis miedo de Cristo y de su Iglesia. En ellos se encuentra el tesoro que llena de alegría la vida. Os lo digo por experiencia: gracias a la fe he encontrado el fundamento de mis anhelos y la fuerza para realizarlos. He visto mucho sufrimiento, mucha pobreza, desfigurar el rostro de tantos hermanos y hermanas. Sin embargo, para quien está con Jesús, el mal es un estímulo para amar cada vez más”.

Lo que Francisco dice a los jóvenes sirve también para todos, todos debemos abrir nuestra existencia a este encuentro con Cristo el Señor y con su Iglesia y, desde este encuentro amoroso, sentirnos lanzados a anunciar el Evangelio. Tanto los jóvenes como cada uno de nosotros debemos vivir esta Jornada misionera, como dice el Papa como: “Una nueva oportunidad para hacernos discípulos misioneros, cada vez más apasionados por Jesús y su misión, hasta los confines de la tierra”.

Hoy, de una manera sencilla, con nuestra oración y con nuestra aportación económica, podemos ser grandes colaboradores de esta obra misionera de toda la Iglesia.

No quiero terminar esta carta sin agradecer a la Delegación Diocesana de Misiones el trabajo de todo el año en favor de las Obras Misionera y, a la vez, tener un recuerdo agradecido al sacerdote D. Anastasio Gil García, director nacional de Obras Misionales Pontificias, fallecido el pasado 7 de septiembre y que en repetidas ocasiones se hizo presente en nuestra diócesis, especialmente en la Jornada Infantil Misionera que celebramos cada año. Que el Señor premie su generosidad y entrega.

Recordamos también con especial afecto a nuestros dos hermanos, Alejandro y Esteban, que hacen viva la dimensión misionera de nuestra diócesis en la querida ciudad de Cochabamba. Mil gracias por vuestro servicio evangelizador.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

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