Queridos hermanos y amigos:
El año pasado, por deseo del papa Francisco, celebramos por vez primera la Jornada Mundial de los Pobres, que quiso establecer en el penúltimo domingo del tiempo ordinario, a finales del mes noviembre.
Al establecer esta Jornada, el Papa nos propone, que en todo el mundo las comunidades cristianas se conviertan, cada vez más y mejor, en signo concreto del amor de Cristo por los últimos y los más necesitados.
Con estas palabras nos proponía en qué deseaba que consistiera esta Jornada: “Invito a toda la Iglesia y a los hombres y mujeres de buena voluntad a mantener, en esta jornada, la mirada fija en quienes tienden sus manos clamando ayuda y pidiendo nuestra solidaridad. Son nuestros hermanos y hermanas, creados y amados por el Padre celestial”.
Esta Jornada es una iniciativa del papa Francisco que nació como fruto del Año de la Misericordia; precisamente, en la Carta Apostólica, “Misericordia et misera”, al concluir el Jubileo extraordinario de la Misericordia, nos decía: “Estamos llamados a hacer que crezca una cultura de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos” (MM 20).
En esta Jornada se nos invita a reflexionar sobre las realidades de pobreza y marginación que existen en nuestra sociedad. Así, nos estimula para que reaccionemos ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo nuestra la cultura del encuentro. Invitación que está dirigida a todos, independientemente de su confesión religiosa, para que se dispongan a compartir con los pobres a través de cualquier acción de solidaridad, como signo concreto de fraternidad. Dios creó el cielo y la tierra para todos; son los hombres, por desgracia, quienes han levantado fronteras, muros y vallas, traicionando el don original destinado a la humanidad sin exclusión alguna.
Esta Jornada no es para hacer una colecta más en favor de los pobres, tampoco para hacer algo por los pobres, sobre todo es para hacer algo “con” los pobres, es decir, nos dejamos interpelar por las pobrezas de este mundo, por aquellos que las sufren, y nos dejamos evangelizar por ellos.
El lema de este año es: “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”, frase tomada del salmo 34, palabras que como nos dice el Papa en su mensaje para esta Jornada son: “Las palabras del salmista que, las hacemos nuestras, desde el momento en el que también nosotros estamos llamados a ir al encuentro de las diversas situaciones de sufrimiento y marginación en la que viven tantos hermanos y hermanas, que habitualmente designamos con el término general de pobres”.
En esta Jornada debemos descubrir el valor de estar junto a las personas más pobres y vulnerables, por su debilidad, de nuestra sociedad. Y así, aprender a sanar, acompañar y escuchar.
Acciones que debemos realizar, sabiendo, como nos dice Francisco en su mensaje, dando: “Una respuesta adecuada y plenamente evangélica” y que, sobre todo, debemos dar con humildad y sencillez: “Al prestar nuestra colaboración sin ningún tipo de protagonismo”. Porque “lo que necesitan los pobres no es protagonismo, sino ese amor que sabe ocultarse y olvidar el bien realizado”. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).
Con todo afecto os saludo y bendigo.
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona