Queridos hermanos y amigos:
Después de este domingo, el próximo miércoles, comenzaremos el tiempo de Cuaresma. El Evangelio que hoy hemos escuchado en la celebración de la Misa (Lucas 6, 39-45) nos puede ayudar a iniciar este tiempo que la Iglesia nos ofrece. Nos presenta el texto evangélico la necesidad que cada uno de nosotros tenemos de revisar nuestra propia vida sin fijarnos en los defectos de los demás: “¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?… ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano”.
La Cuaresma nos ofrece cada año la oportunidad de examinar nuestra vida en todos sus aspectos, para poder sacar la “viga” de nuestro ojo, es decir, todo aquello que nos impide seguir con claridad el camino del Señor. Muchas veces, como nos dice el Evangelio, vemos los defectos de los demás e incluso los juzgamos con dureza, pero olvidamos o somos benevolentes con los nuestros.
Es pues el tiempo de gracia que nos permite mirar nuestras vidas y, a pesar de sus deficiencias y pecados, hacerlo con los ojos misericordiosos del Padre que puede transformar nuestro corazón y nuestra forma de pensar. Así, descubrimos como nos dice san Agustín: “La paciencia de Dios (patientia) debe llevar a los pecadores a la penitencia (paenitentia)” (En Ps. 100, 1)
Con este espíritu de conversión, de vuelta a Dios, inauguramos cada año la Cuaresma el Miércoles de Ceniza: “Convertíos y creed en el Evangelio”. Es lo que escuchamos en la lectura de san Pablo (II Corintios, 5, 20 – 6, 2): “En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios”. Como san Pablo quiero invitaros a todos en esta Cuaresma, “a no echar en saco roto la gracia de Dios, porque él dice: En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine en tu ayuda; pues mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación”.
Todas las parroquias, comunidades y cofradías de nuestra diócesis nos ofrecen la oportunidad de vivir con este espíritu de conversión la Cuaresma; es importante, por lo tanto, que nosotros sepamos unirnos a todo aquello que se nos ofrece para renovarnos interiormente y reconciliarnos con Dios que en Cristo nos ha dado todo su amor.
En el Evangelio del próximo miércoles (Mateo 6, 1-6. 16-18) nuevamente, se nos proponen las tres armas que nos ayudan a convertirnos: La limosna, la oración y el ayuno. Es algo que hemos oído tantas veces, pero que siempre encierran una gran novedad. Además, es algo que se nos propone realizar en la intimidad y secreto de nuestro corazón: “Tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará”; “tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará”; “tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”.
La Cuaresma es, por lo tanto, una escuela de vida cristiana; con el ayuno, somos ayudados a despojarnos de todo lo que no es esencial en nuestras vidas; con la oración descubrimos que nuestro alimento es Dios; y con la limosna (la caridad) expresamos que hemos conocido el amor y desde ese amor que es Dios, compartimos lo que somos y tenemos.
Finalmente, no podemos olvidar, que la Cuaresma es un camino hacia la luz y la resurrección, hacia la nueva vida que Cristo nos da con su muerte y resurrección. Todo sería en vano y nada tendría sentido si no es ese el objetivo final de la Cuaresma.
Comencemos con alegría y generosidad este camino que el próximo Miércoles de Ceniza iniciaremos con toda la Iglesia.
Con todo afecto os saludo y bendigo
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona