In Cartas Obispo Emérito

Queridos hermanos y amigos:

Celebramos hoy el primer domingo de Cuaresma que comenzamos el pasado miércoles con la celebración de la imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas, signo externo que realizamos para expresar nuestro deseo de volver a Dios y de encaminar nuestras vidas hacia el encuentro con el Resucitado.

Desde hace tiempo, todos los años, los Papas han escrito un mensaje que ilumina este camino de Cuaresma, también el papa Francisco ha mantenido esta tradición y este año nos ofrece su reflexión que, a lo largo de estos días cuaresmales, debemos meditar. Este año se fundamenta sobre un versículo de san Pablo en su carta a los Romanos: “La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios” (Romanos 8,19).

Me gustaría que todos lo leyerais y meditarais de una forma personal, pero también en los diversos grupos y encuentros de formación que tengáis en vuestras parroquias y comunidades. Quisiera que la reflexión que escribo sobre este mensaje cuaresmal del Papa os pudiera también ayudar a profundizar en él y sea una pequeña guía para hacerlo. Comparto, pues, con vosotros lo que el Papa nos ofrece en ella.

Comienza el papa Francisco con esta introducción: “Cada año, a través de la Madre Iglesia, Dios «concede a sus hijos anhelar, con el gozo de habernos purificado, la solemnidad de la Pascua, para que […] por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida, lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios» (Prefacio I de Cuaresma). De este modo podemos caminar, de Pascua en Pascua, hacia el cumplimiento de aquella salvación que ya hemos recibido gracias al misterio pascual de Cristo: «Pues hemos sido salvados en esperanza» (Rm 8,24). Este misterio de salvación, que ya obra en nosotros durante la vida terrena, es un proceso dinámico que incluye también a la historia y a toda la creación. San Pablo llega a decir: «La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8,19). Desde esta perspectiva querría sugerir algunos puntos de reflexión, que acompañen nuestro camino de conversión en la próxima Cuaresma”.

El Santo Padre inicia su mensaje con unas palabras tomadas del prefacio I de Cuaresma. En ese texto hay unas expresiones que nos ayudan a comprender qué es la Cuaresma y que quiero subrayar: “Anhelar”, “el gozo de habernos purificado”, “celebrar los misterios que nos dieron nueva vida” y “lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios”.

La Cuaresma debe expresar, por encima de todo, el “anhelo”; el diccionario nos dice que, un anhelo, es algo que se desea de manera intensa; nuestro anhelo en este tiempo cuaresmal debe ser celebrar la Pascua del Señor, un acontecimiento que cada año podemos actualizar y que, a su vez, nos enseña a anhelar la Pascua sin fin, la Vida Eterna. Por ello, nuestra primera actitud en la Cuaresma debe ser, hacer revivir en nosotros el deseo intenso de que el Señor Resucitado y Vivo, habite en nosotros y mueva toda nuestra vida.

La Pascua del Señor no es algo que celebramos como una idea o el recuerdo de un acontecimiento pasado, los cristianos cuando celebremos algo, lo actualizamos; aquello que sucedió en el pasado se convierte para nosotros en una realidad actual, son “los misterios que nos dieron nueva vida” y que podemos decir, nos siguen dando nueva vida. Por ello, para prepararnos a que sea una verdadera actualización en nuestra vida personal y comunitaria, se nos dice en las palabras del prefacio I de Cuaresma, que experimentamos el “gozo de habernos purificado”. La Cuaresma, aunque es un tiempo austero es, a su vez, un tiempo gozoso, y la purificación del corazón y de la mente, no es un acto triste que hacemos apesadumbrados, sino que, con alegría, con “gozo”, vemos que Dios no se cansa de nosotros y nos ofrece nuevamente su mano, para levantarnos de la postración y hacernos, cada vez, con mayor plenitud, hijos de Dios.

Así, pues, este debe ser nuestro objetivo en esta Cuaresma: Anhelar para revivir, anhelar para ser cada día más en plenitud hijos de Dios; y, para ello, purificar gozosos nuestro corazón y nuestra mente.

Os deseo una fructuosa Cuaresma y con todo afecto os bendigo.

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

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