En Cartas Obispo Emérito

Queridos hermanos y amigos:

El domingo pasado comencé a compartir con vosotros mi reflexión sobre el mensaje del Papa para esta Cuaresma del año 2019. Hoy la continúo y, de nuevo, la comparto con vosotros para que nos ayude a todos a profundizar en él.

El papa Francisco, tras la introducción que comenté en la anterior carta, desarrolla tres puntos en su mensaje: 1. La redención de la creación. 2. La fuerza destructiva del pecado. 3. La fuerza regeneradora del arrepentimiento y del perdón. Comparto hoy con vosotros mi reflexión sobre el primer punto.

En el primer apartado de este mensaje el Papa nos habla de la redención de la creación: “La celebración del Triduo Pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, culmen del año litúrgico, nos llama una y otra vez a vivir un itinerario de preparación, conscientes de que ser conformes a Cristo (cf. Romanos 8,29) es un don inestimable de la misericordia de Dios”. El Santo Padre nos presenta la Cuaresma como un camino, itinerario, de preparación que nos debe “conformar a Cristo”, como nos dice el texto de la carta de san Pablo a los Romanos que cita en el texto: “Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos”.

El Señor nos ha llamado y elegido para “reproducir” o “conformar” su imagen en nuestras vidas. En otro versículo de la carta a los Romanos de san Pablo (6, 4) nos presenta en qué consiste este conformarse con Cristo: “Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva”.

Cristo es el “icono del Padre”, la imagen o el rostro de Dios Padre se muestra en Cristo, con su amor y su misericordia; misericordia del Padre que es transformante, pues destruye en nosotros el pecado y nos da una nueva vida. Es lo que se realiza en el misterio pascual y que repetimos en el prefacio de la segunda plegaria eucarística del Misal: “Muriendo destruyó nuestra muerte, resucitando restauró nuestra vida”. Más aún, Cristo vive en nosotros, ayudándonos, dándonos vida y renovando nuestra existencia.

La Cuaresma, por lo tanto, tiene que ser para nosotros, un volver a descubrir que el cristiano es una imagen, a su vez, de Cristo; imagen que se reproduce en una vida nueva, vivida según lo que Cristo nos invita a hacer y que nos ha dejado en su Evangelio. En el Bautismo se realizó este paso en nosotros, de la muerte y el pecado a la vida y a la gracia. Otros “cristos” o sea, cristianos.

Por ello nos dice el Papa en su mensaje: “Si el hombre vive como hijo de Dios, si vive como persona redimida, que se deja llevar por el Espíritu Santo (cf. Romanos 8,14), y sabe reconocer y poner en práctica la ley de Dios, comenzando por la que está inscrita en su corazón y en la naturaleza, beneficia también a la creación, cooperando en su redención”.

Cuando cada cristiano vive según el camino que Dios nos muestra en Cristo, todo se reconcilia y se renueva. Es lo que señala el papa Francisco: “Cuando la caridad de Cristo transfigura la vida de los santos —espíritu, alma y cuerpo—, estos alaban a Dios y, con la oración, la contemplación y el arte hacen partícipes de ello también a las criaturas, como demuestra de forma admirable el ‘Cántico del hermano sol’ de san Francisco de Asís (cf. Enc. Laudato si’, 87)”.

Esta es, por lo tanto, nuestra misión en esta Cuaresma, renovar esa imagen de Dios que esta impresa en nuestros corazones, restaurarla con la fuerza del Espíritu Santo. Que la oración, la celebración de la Misa, nuestros actos de piedad, la celebración de la penitencia y todo lo que hagamos en estos días, sea un ejercicio de restauración del hijo de Dios que cada uno de nosotros somos.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

 

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

 

 

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