Queridos hermanos y amigos:
Concluyo hoy en esta carta el comentario al Mensaje del papa Francisco para esta Cuaresma. En la última parte de este mensaje el Santo Padre contrapone dos realidades a las que todos los cristianos nos enfrentamos a lo largo de nuestra vida: La fuerza destructiva del pecado y la fuerza regeneradora del arrepentimiento y del perdón.
El papa Francisco señala la fuerza destructiva que tiene el pecado: “Cuando no vivimos como hijos de Dios, a menudo tenemos comportamientos destructivos hacia el prójimo y las demás criaturas —y también hacia nosotros mismos—, al considerar, más o menos conscientemente, que podemos usarlos como nos plazca. Entonces, domina la intemperancia y eso lleva a un estilo de vida que viola los límites que nuestra condición humana y la naturaleza nos piden respetar, y se siguen los deseos incontrolados que en el libro de la Sabiduría se atribuyen a los impíos, o sea a quienes no tienen a Dios como punto de referencia de sus acciones, ni una esperanza para el futuro (cf. 2,1-11)”
El pecado es una realidad que destruye, como señala el Papa, nuestras relaciones con el prójimo, con las demás criaturas, o sea con lo “creado” y con nosotros mismos. Como sabemos, el pecado, se presenta por el diablo, como algo “bueno”, que va aumentar nuestra libertad, nuestro bienestar, nuestra realización. Es este el gran engaño, presentarnos el mal como algo bueno.
Es, pues, la Cuaresma un momento oportuno para hacer un examen de conciencia y ver, en nuestro interior, todo aquello que nos separa de Dios, de los hermanos y de nosotros mismos. Reconocer nuestros pecados y debilidades es siempre un acto de “sabiduría”, el necio no quiere nunca ver su debilidad y pecado.
El catecismo de la Iglesia Católica, nos invita a hacer este examen de nuestras vidas, antes de acercarnos al sacramento de la Penitencia (1454): “Conviene preparar la recepción de este sacramento mediante un examen de conciencia hecho a la luz de la Palabra de Dios. Para esto, los textos más aptos a este respecto se encuentran en el Decálogo y en la catequesis moral de los evangelios y de las Cartas de los Apóstoles: Sermón de la montaña y enseñanzas apostólicas (Rm 12-15; 1 Co 12-13; Ga 5; Ef 4-6)”.
Este examen, unido a nuestro arrepentimiento, a nuestra contrición, nos ayudará a vivir el último número que nos propone el Papa en su mensaje: “La fuerza regeneradora del arrepentimiento y del perdón”. Nosotros hacemos hincapié en la necesidad del examen de nuestras vidas y del arrepentimiento, no como un acto que nos desanima y nos entristece, haciéndonos ver nuestras miserias y pobrezas; más bien, es abrir el corazón delante de Dios para que Él lo regenere, lo haga nuevo y le dé nuevo vigor y fuerza. De esta forma se hará realidad, lo que nos dice el papa Francisco en su mensaje: “Queridos hermanos y hermanas, la “Cuaresma” del Hijo de Dios fue un entrar en el desierto de la creación para hacer que volviese a ser aquel jardín de la comunión con Dios que era antes del pecado original (cf. Mc 1,12-13; Is 51,3).
Es éste el camino que vamos siguiendo en esta Cuaresma, adentrarnos en el desierto que tantas veces es nuestra vida para que se convierta en el “jardín” del encuentro con Dios, con los hermanos y con lo creado.
Y concluyo, subrayando las palabras con las que Francisco termina su mensaje: “Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión. Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales. Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación”.
Con todo afecto os saludo y bendigo.
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona