En Cartas Obispo Emérito

Queridos hermanos y amigos:

Hoy, en este cuarto domingo de Pascua, llamado también del Buen Pastor, celebramos la Jornada mundial de oración por las vocaciones y por las vocaciones nativas. La Iglesia nos se cansa nunca de llamarnos a la oración y que cada cristiano sea un hombre o una mujer de oración.

El papa Francisco en la Exhortación Apostólica, Cristo Vive, que estos domingos estoy comentando con vosotros, nos dice acerca de ella: “Con el amigo hablamos, compartimos las cosas más secretas. Con Jesús también conversamos. La oración es un desafío y una aventura. ¡Y qué aventura! Permite que lo conozcamos cada vez mejor, entremos en su espesura y crezcamos en una unión siempre más fuerte. La oración nos permite contarle todo lo que nos pasa y quedarnos confiados en sus brazos, y al mismo tiempo nos regala instantes de preciosa intimidad y afecto, donde Jesús derrama en nosotros su propia vida. Rezando le abrimos la jugada a Él, le damos lugar para que Él pueda actuar y pueda entrar y pueda vencer” (ChV 155).

Cuando tenemos este encuentro con Jesús, como dice el Papa podemos: “Contarle todo lo que nos pasa y quedarnos confiados en sus brazos”; hoy, nosotros, con esta confianza, le contamos nuestros deseos de que nos conceda vocaciones y nos ponemos confiados en sus brazos. Oramos para que nos conceda vocaciones a la vida sacerdotal, a la religiosa y a los distintos estilos de vida consagrada. Especialmente hoy se debe hacer más intensa nuestra oración en este sentido.

A la vez, debemos descubrir y saber que algo importante de la pastoral vocacional, es enseñar a orar a nuestros jóvenes. Porque como señala el papa Francisco en su Exhortación (ChV 161): “Crecer es conservar y alimentar las cosas más preciosas que te regala la juventud, pero al mismo tiempo es estar abierto a purificar lo que no es bueno y a recibir nuevos dones de Dios que te llama a desarrollar lo que vale”.

La oración ayudará a descubrir a los jóvenes sus problemas y dificultades: “A veces, los complejos de inferioridad pueden llevarte a no querer ver tus defectos y debilidades, y de ese modo puedes cerrarte al crecimiento y a la maduración”.

Y, a la vez,  ayudará, como dice Francisco, a una nueva realidad del amor de Dios: “Déjate amar por Dios, que te ama así como eres, que te valora y respeta, pero también te ofrece más y más: más de su amistad, más fervor en la oración, más hambre de su Palabra, más deseos de recibir a Cristo en la Eucaristía, más ganas de vivir su Evangelio, más fortaleza interior, más paz y alegría espiritual” (ChV 161).

Podemos estar seguros que, ayudando a los jóvenes a encontrar el camino de la oración, descubrirán la llamada de Dios, como la llamada de un amigo. El Papa nos dice en su exhortación, que la: “Vocación es el llamado de un amigo: Jesús. A los amigos, si se les regala algo, se les regala lo mejor. Y eso mejor no necesariamente es lo más caro o difícil de conseguir, sino lo que uno sabe que al otro lo alegrará. Un amigo percibe esto con tanta claridad que puede visualizar en su imaginación la sonrisa de su amigo cuando abra su regalo. Este discernimiento de amistad es el que propongo a los jóvenes como modelo si buscan encontrar cuál es la voluntad de Dios para sus vidas” (ChV 287).

Os invito a todos a unirnos en oración junto a todos la Iglesia por las vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio. Así como, a descubrir la importancia que tiene enseñar a orar a nuestros niños y jóvenes para que, a través de la oración, encuentren la llamada que Dios les hace.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

 

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

 

Obispo de Tarazona

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