Queridos hermanos y amigos:
En este domingo la Iglesia en España celebra la Pascua del enfermo. Una fecha que nos recuerda a todos aquellos que sufren por la falta de salud, la ancianidad o la enfermedad. A la vez, hoy tenemos presentes a todos aquellos que con gran generosidad los atienden y asisten, especialmente a aquellos que lo hacen en sus domicilios.
En las Visitas Pastorales que he realizado en estos años en la diócesis he sido testigo directo de la generosidad de tantas personas que, con gran cariño y, a veces, con total entrega atienden a los enfermos y a los ancianos.
El 11 de febrero de cada año, coincidiendo con la fiesta de la Virgen de Lourdes, la Iglesia universal celebra la Jornada Mundial del Enfermo. En ese día se quiso resaltar el valor de la gratuidad en la entrega y cuidado del enfermo. Por ello, continuando con esta misma idea, hoy nuestra Jornada nacional, llamada Pascua del enfermo, vuelve a recordarnos esa generosidad gratuita de tantos con una frase del Evangelio: “Gratis habéis recibido, dad gratis” (Mateo 10, 8).
El ser humano debe reconocer que todo lo que tiene es un don que Dios le ha dado. Así nos lo decía el papa Francisco en su mensaje de la pasada Jornada Mundial del Enfermo: “La vida es un don de Dios —y como advierte san Pablo—: «¿Tienes algo que no hayas recibido?» (1 Cor 4, 7). Precisamente porque es un don, la existencia no se puede considerar una mera posesión o una propiedad privada, sobre todo ante las conquistas de la medicina y de la biotecnología, que podrían llevar al hombre a ceder a la tentación de la manipulación del «árbol de la vida» (cf. Gén 3, 24)”.
Y, a su vez, debe reconocer su fragilidad y pobreza, como nos sigue diciendo el Papa: “Cada hombre es pobre, necesitado e indigente. Cuando nacemos, necesitamos para vivir los cuidados de nuestros padres, y así en cada fase y etapa de la vida, nunca podremos liberarnos completamente de la necesidad y de la ayuda de los demás, nunca podremos arrancarnos del límite de la impotencia ante alguien o algo. También esta es una condición que caracteriza nuestro ser “criaturas”. El justo reconocimiento de esta verdad nos invita a permanecer humildes y a practicar con decisión la solidaridad, en cuanto virtud indispensable de la existencia”.
Cuando reconocemos estas dos realidades en nuestra vida, es decir, la vida como un don gratuito y nuestra necesidad de la ayuda de los demás y, además, lo hacemos desde un planteamiento cristiano y evangélico de nuestra existencia. Descubrimos que todos nos necesitamos y que nuestra vida encuentra un sentido nuevo en esta relación de amor y servicio de uno para con los otros. Especialmente, hacia el más débil y pequeño. Y, esto, tiene un sentido especial, en este día del enfermo.
Decía el papa Francisco en una audiencia (10.VI.2015): “Salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro”.
Pero además, seguía diciendo el Papa: “El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo. Es alabanza a Dios, que nos conforma a la imagen de su Hijo”.
Agrademos hoy la labor de tantas personas que con gran generosidad colaboran en el cuidado de los enfermos y los ancianos. Gracias, porque hacéis presente el amor de Dios y sois para todos un ejemplo de entrega y generosidad. También, en este día, agradecemos a los voluntarios de la Pastoral Sanitaria y a los profesionales de la sanidad, y pedimos por los enfermos para que en medio de sus dificultades no pierdan nunca la esperanza y la alegría. En las manos de María, la Virgen, en este mes de mayo os ponemos a todos vosotros.
Con todo afecto os saludo y bendigo.
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona