Queridos hermanos y amigos:
Con el lema: “La vida contemplativa. Corazón orante y misionero”, celebramos hoy en la solemnidad de la Santísima Trinidad la Jornada Pro Orantibus. En este año se han querido unir dos realidades importantes para la vida de la Iglesia: La oración y la evangelización.
La Comisión Episcopal para la Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal Española, nos dice en su mensaje de esta Jornada, de un modo sencillo, la misión que los contemplativos y contemplativas realizan en la Iglesia: “La vida contemplativa es la voz orante de la Iglesia. La oración que se eleva desde los monasterios es la voz de la Iglesia y de tantos hombres y mujeres que no saben, no quieren o no pueden rezar. Esa oración es la voz de tantas personas que sufren –emigrantes, discriminados, abusados, encarcelados– que no saben cómo expresar su dolor e impotencia. Como los que llevaron al paralítico, los monjes y monjas, con su oración, acercan y posibilitan que la misericordia de Dios llegue a toda persona necesitada. Su oración, como los brazos alzados de Moisés, se elevan para interceder ante el Señor por el bien de toda la humanidad y la Iglesia”
Es su oración, la oración de toda la Iglesia, más aun, la oración de toda la humanidad que se eleva hasta el cielo día y noche. Son el “corazón” de la Iglesia que late y transmite vida a toda la humanidad. Incluso, sin que muchas veces seamos conscientes de esta función vital y fundamental. Muchas personas lo saben, sólo somos conscientes de la importancia de nuestro corazón cuando éste falla. Si la vida contemplativa fallara en la Iglesia, entonces seríamos conscientes de lo importante que es su consagración.
Por ello, podemos decir que su vida de oración es una acción misionera de primer orden. No predican, no dan catequesis, pero con su oración y su consagración son los que mueven e impulsan con toda la fuerza, la acción evangelizadora de la Iglesia.
El papa Francisco ha querido que el próximo mes de octubre sea un “mes extraordinario misionero”, que vivamos todos los miembros de la Iglesia. Por ello el cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los pueblos, encargado, por lo tanto, de las Iglesias en los países de misión, ha propuesto concretamente a los contemplativos que de un modo especial: “Las comunidades contemplativas monásticas y claustrales se dediquen a un ejercicio de oración y reflexión que pueda ayudar a las Iglesias particulares, a los fieles y a los pastores en su tarea de conversión y misión… A nuestros hermanos monjes y a nuestras hermanas claustrales debemos hacer referencia, para que todo, la humanidad y el mundo, puedan ser transfigurados por la misión de Cristo y de su Iglesia, para la gloria de Dios Padre”.
Los monjes y monjas contemplativos, desde su oración, están presentes en todos aquellos lugares en los que se debe predicar a Cristo. Junto a cada misionero o cada evangelizador está la vida contemplativa que de una manera misteriosa pero siempre eficaz, está anunciando a Cristo.
Quiero terminar esta carta agradeciendo la vida de las monjas contemplativas de nuestra diócesis de Tarazona, y lo hago con las bellas palabras del papa Francisco en su mensaje del año pasado para esta Jornada: “Aprovechando esta Jornada, deseo manifestaros, una vez más, el gran aprecio de la Iglesia por vuestra forma de vida. ¿Qué sería de la Iglesia sin la vida contemplativa? ¿Qué sería de los miembros más débiles de la Iglesia que encuentran en vosotros un apoyo para continuar el camino? ¿Qué sería de la Iglesia y del mundo sin los faros que señalan el puerto a los que se han perdido en alta mar, sin las antorchas que iluminan la noche oscura que estamos atravesando, sin los centinelas que anuncian el nuevo día cuando todavía es de noche? Gracias, hermanas y hermanos contemplativos, porque vosotros sois todo esto para el mundo: apoyo para los débiles, faros, antorchas y centinelas (cf. Const. Ap. Vultum Dei quaerere, I, 6)” (Mensaje del santo padre Francisco con ocasión de la Jornada Pro orantibus, 21.XI.2018).
Con todo afecto os saludo y bendigo.
Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona