En Cartas Obispo Emérito

Queridos hermanos y amigos:

Celebramos en este domingo la gran fiesta eucarística del Corpus Christi; lo que cada día celebramos en la Eucaristía, lo queremos hoy subrayar en esta fiesta tan arraigada en el pueblo cristiano. El Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, nos dice: “Jesucristo está presente en la Eucaristía de modo único e incomparable. Está presente, en efecto, de modo verdadero, real y sustancial: Con su Cuerpo y con su Sangre, con su alma y su divinidad. Cristo, todo entero, Dios y hombre, está presente en ella de manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas del pan y del vino” (n. 282).

En este misterio de la eucaristía vemos el amor de Dios hacia la humanidad. El papa Francisco en la homilía de esta fiesta del año 2017 nos decía que la Eucaristía: “Nos anima, incluso en el camino más accidentado no estamos solos, el Señor no se olvida de nosotros y cada vez que vamos a Él nos conforta con amor”. Amor que tiene la capacidad de curar el corazón del hombre: “Sana las heridas del pasado y nos mitiga el recuerdo de las injusticias sufridas e infligidas; una memoria paciente, porque en medio de la adversidad sabemos que el Espíritu de Jesús permanece en nosotros”.

Por ello es tan importante la celebración de la Eucaristía para la vida del cristiano, como nos dice el Papa: “Quien celebra la Eucaristía, no lo hace porque sea mejor que los demás, sino porque se reconoce necesitado de la misericordia de Dios… La Eucaristía no es un mero recuerdo de algunos dichos y hechos de Jesús. Es obra y don de Cristo que sale a nuestro encuentro y nos alimenta con su Palabra y su vida”.

La Eucaristía presente en cada sagrario y en cada custodia, nos llama también, a la oración y la adoración. Por la fe sabemos que Cristo está en la Eucaristía realmente presente en su Iglesia y, por ello, sabemos que es deber de cada cristiano rendirle un culto de adoración y agradecerle el inmenso beneficio de su don hacia nosotros. Quizás, en estos últimos tiempos, hemos perdido esta sensibilidad que antes vivíamos con tanta intensidad. Es algo que debemos recuperar también en nuestros días y saberlo transmitir a los niños y a los más jóvenes.

Cuando realizamos la adoración eucarística estamos expresando y viviendo un momento de intimidad, de confianza, de amistad con Jesucristo; y de esta forma lo reconocemos como el Redentor, el amigo, el hermano, el compañero en nuestro camino. Su presencia en el sagrario o en la custodia nos hace descubrir su gesto de amor personal hacia cada uno de nosotros. Es escuchar en el corazón las palabras del evangelista san Juan: “El Maestro está ahí y te llama” (Juan 11, 28).

A la vez, la oración y la adoración a la Eucaristía es algo que realizamos en favor de toda la humanidad, cuando oramos y adoramos en nuestro corazón deben estar presentes todas las dificultades y problemas de la humanidad.

Si la Eucaristía es la manifestación del amor de Dios, el encuentro con Cristo eucarístico nos mueve al amor y a la caridad. Por ello en este día, día de la Caridad, la Eucaristía nos ayudará a, como dice el lema de esta Jornada: “Hacer de nuestra vida una entrega creíble a los heridos por la vida”.

Como dicen los obispos de la Comisión de Pastoral Social, en su mensaje de este año: “El Cuerpo de Cristo nos urge a acompañar a los pobres y construirles andamios de esperanza en un futuro mejor, como Dios quiere. No olvidemos que Jesús mismo nos ha dicho en una página solemne del Evangelio, que lo que hagamos o dejemos de hacer con los necesitados, a Él mismo se lo hacemos (cf. Mt25)”.

Pidamos al Señor que, al celebrar hoy esta solemnidad del Corpus Christi, sepamos redescubrir la importancia de la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana y que sepamos celebrarla, adorarla y orar con ella para que nuestra vida sea, como lo es Cristo en la Eucaristía, una entrega de amor y de esperanza.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

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