En Cartas Obispo Emérito

Queridos hermanos y amigos:

Las lecturas de este domingo nos invitan a reflexionar sobre la llamada del Señor, sobre la vocación. Tanto en el Evangelio como en la primera lectura, encontramos dos textos que nos hablan de la llamada del Señor a personas concretas.

El profeta Elías que como hemos visto en la primera lectura, tomada del primer libro de los Reyes (19,16b.19-21), llama a Eliseo, a quien el Señor le ha indicado como su sucesor y, por otra parte, el texto del Evangelio de Lucas (9,51-62), en el que Jesús llama a algunos y, a la vez, otros expresan su deseo de seguirle.

Estos textos me recuerdan la experiencia que, a principios del mes de junio, viví en Roma, pues participé, en nombre de la Conferencia Episcopal Española, en el encuentro de representantes de los “Centros nacionales para las vocaciones de la Iglesia de Europa”. Se trataba de un congreso orientado a promover la implementación del Sínodo de los Obispos dedicado a los jóvenes.

Dentro de este encuentro tuvimos la gracia de poder participar en un encuentro con el papa Francisco que, en la mañana del día 6 de junio, recibió a todos los que participamos en esta reunión.

El Santo Padre nos entregó, para su lectura y meditación, un discurso preparado para esta ocasión y después de haberlo entregado a los presentes improvisó un breve mensaje, que como nos dijo era: “Sobre lo que viene de mi corazón”.

Creo que estas palabras breves y claras nos pueden ayudar a reflexionar sobre la importancia de la pastoral vocacional:

  • Crecimiento de las vocaciones por atracción.
  • Ayudar a los jóvenes con el diálogo para que encuentren su vocación.
  • Ayudarles a aprender a dialogar con Dios.
  • Llegar a cansarnos en nuestra pastoral vocacional.
  • Adaptarnos a los lenguajes de los jóvenes.

En el discurso preparado para esta ocasión y que el Papa no leyó, pero que nos entregó, profundiza en estas ideas que con brevedad nos había presentado. Quiero entresacar algunas de sus frases para que todos nos sintamos impulsados a colaborar con esta misión tan importante para la Iglesia y para nuestra diócesis como es la pastoral vocacional.

Al comienzo del documento sintetiza los aspectos fundamentales de la pastoral vocacional: “Las tres líneas que os indico son: la santidad, como un llamado que da sentido al camino de toda la vida; la comunión, como “humus” de vocaciones en la Iglesia; la vocación misma, como palabra clave a preservar, combinándola con las demás: “felicidad”, “libertad” y “juntos” y finalmente a declinarla como una consagración especial”.

Para fomentar la pastoral vocacional, el Papa subraya un aspecto importante de la vida cristiana que es la comunión: “Se trata de vivir más el ser hijos y la fraternidad, de fomentar la estima mutua, de valorar la riqueza de cada uno, de creer que el Resucitado puede hacer maravillas incluso a través de las heridas y la fragilidad que forman parte de la historia de todos. De la comunión de la Iglesia nacerán nuevas vocaciones. A menudo, en nuestras comunidades, en las familias, en los presbiterios, hemos pensado y trabajado con lógicas mundanas, que nos han dividido y separado. Esto también pertenece a algunas características de la cultura actual y la historia política dolorosa de Europa es una advertencia y un estímulo. Solo reconociéndonos verdaderamente comunidades (abiertas, vivas, inclusivas) seremos capaces de futuro. Los jóvenes tienen sed de esto”.

Destaco este punto que creo es fundamental y que es siempre un reto para todas las comunidades, ya sean estas una diócesis, una parroquia, una comunidad religiosa o cualquier otro grupo cristiano. Pienso que es el punto fuerte de su mensaje que sintetizó y subrayó nuevamente al final: “Hoy la vida de todos está fragmentada y, a veces, herida; la de la Iglesia no lo está menos. Estar enraizado en Cristo es el gran camino para dejar que su obra nos recomponga. Acompañar y formar la vocación es consentir en la obra artesanal de Cristo, que vino para traer el alegre anuncio a los pobres, para vendar las heridas de los corazones rotos, para proclamar la libertad de los esclavos y la vista de los ciegos (véase Lucas 4:18) ¡Valor, pues! ¡Cristo nos quiere vivos!”.

Es pues, un reto permanente para la Iglesia y para nuestra diócesis, ojalá todos, en la medida que podamos, nos sepamos implicar en este reto. No tengamos miedo de aceptar el desafío de anunciar nuevamente la vocación a la vida consagrada y al ministerio ordenado.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

 

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

 

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