Queridos hermanos y amigos:
Coincide este domingo con la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora, fiesta mariana que se celebra en tantos lugares de nuestra diócesis y que nos da la oportunidad de celebrar las diversas advocaciones con que invocamos a María en distintos lugares.
También dentro de esta próxima semana celebraremos la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz que, nuevamente, convoca a tantas comunidades y pueblos que celebran en este día las fiestas de sus “Santos Cristos”.
El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.
La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y era celebrada con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor.
La importancia de celebrar este nacimiento, como el de Jesús, es hacernos ver que nuestra fe cristiana se fundamenta en la encarnación, es decir, Dios se ha hecho hombre y ha asumido la condición humana; ha querido nacer de una mujer y asumir, de esta forma nuestra propia condición.
Desde su concepción inmaculada y su nacimiento, en María comienza una etapa de salvación para toda la humanidad. Algo que Ella libremente aceptará y que nos traerá la salvación con la aceptación del plan salvador de Dios.
A María pedimos en este día que nos ayude y acompañe en el camino de nuestra vida cristiana y que con su ayuda, podamos ser participes de la salvación. Pedimos que sus testimonio sea una ayuda en nuestra vida cristiana y que como Ella podemos tener sus actitudes.
En primer lugar, Ella es modelo de respuesta confiada a Dios: El “sí” de María hace posible el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Por eso, podemos decir que la vida de María se encuentra resumida en un sí permanente a Dios. Toda la vida de María, desde su nacimiento, estaba ya iluminada por la luz de su futuro sí a Dios.
María es, a su vez, un modelo de disponibilidad a Dios: María renuncia a sí misma, se anula para que sea únicamente Dios el que habite en ella y sea Él quien le dé la fuerza que necesite para cumplir la misión de ser la Madre de Dios. Toda renuncia vivida en el amor es fecunda porque deja sitio para la acción de Dios y Él está siempre esperando el consentimiento del hombre para mostrarle de lo que puede ser capaz, cuando Dios está con él y se deja guiar y modelar por él.
Asimismo, María es modelo de entrega: Se entrega totalmente en las manos de Dios. En la total entrega de María a Dios están también incluidas la pobreza, la castidad y la obediencia, como signos de su donación total, de su entrega incondicional a la voluntad de Dios Padre.
María es también, modelo de fe, de creyente: Se fía de Dios, se pone en sus manos como un criatura en manos del creador. Su entrega al plan de Dios.
Todas estas actitudes hacen que la vida de María, la Virgen, sea fecunda y, esas mismas actitudes vividas también por nosotros, harán que nuestra vida como la de María sea fecunda y feliz
Que María, madre de Jesús y madre nuestra, Nuestra Señora invocada con tantos nombres, derrame su amor abundantemente sobre todos nosotros.
Hoy, quiero felicitar a todos los que celebráis en distintos lugares de la diócesis las fiestas de vuestras patronas y, de un modo especial, quiero felicitar a los Misioneros de la Natividad de María, religiosos que atienden desde hace años distintas parroquias del arciprestazgo del Alto Jalón, que celebran en este día el 75 aniversario de su fundación.
Con todo afecto os saludo y bendigo.
+Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona