Queridos hermanos y amigos:
Quiero hoy, como hice el domingo pasado, detenerme y meditar con vosotros sobre la segunda lectura de este domingo (1 Timoteo 6,11-16). La carta a Timoteo escrita por san Pablo nos da la oportunidad de profundizar en aspectos importantes de la vida cristiana.
Las dos cartas que san Pablo escribe a Timoteo son llamadas las cartas pastorales, este nombre nos indica que su función principal es instruir a sus discípulos sobre los temas fundamentales de la vida cristiana. También algunos autores llaman a la segunda carta que en estos domingos estamos escuchando “el testamento espiritual de san Pablo”; es llamada de esta manera ya que el apóstol está prisionero en Roma y próximo a su muerte. En estos momentos transcendentales de su existencia, escribe a su “querido hijo Timoteo”, abriéndole su corazón y su intimidad y, a la vez, preocupándose de que el testimonio de la fe que él le ha trasmitido se conserve inalterable.
En el texto que hoy hemos escuchado san Pablo se dirige a todos nosotros: “Hombre de Dios, busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, a la que fuiste llamado y que tú profesaste noblemente delante de muchos testigos”.
La vida cristiana es un combate o una lucha como nos dice san Pablo, una lucha que cada día debemos emprender, puede parecernos algo difícil o complicado, pero como señala el papa Francisco: “La vida cristiana es una lucha, una lucha bellísima, porque cuando el Señor vence en cada paso de nuestra vida, nos da una alegría, una felicidad grande; esa alegría que el Señor ha vencido en nosotros, con la gratuidad de su salvación. Pero sí, todos somos un poco perezosos, no, en la lucha, y nos dejamos llevar por las pasiones, por algunas tentaciones. Es porque somos pecadores ¡todos! Pero no se desalienten. Ánimo, valentía y fortaleza, porque el Señor está con nosotros”.
Para realizar esta batalla y poder triunfar es necesario alimentar y mantener nuestra fe, algo que es en palabras de Francisco el escudo que nos protege y defiende: “Sin fe no se puede ir adelante, no se puede defender la salvación de Jesús… necesitamos el escudo de la fe, porque el diablo no nos tira flores, sino flechas encendidas, para asesinarnos. Debemos tomar el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Y elevar constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animadas por el Espíritu”.
En una de sus catequesis sobre el sacramento del Bautismo nos ofrecía el Papa el camino del Evangelio para poder vivir esta lucha cristiana: “El Evangelio lleva consigo la fuerza de transformar a quien lo acoge con fe, arrancándolo del maligno para que aprenda a servir al Señor con alegría y novedad de vida”.
Por ello, todos debemos pedir que el Señor mantenga nuestra fe y, a la vez, formarnos en ella para que crezca y dé sus frutos. Al inicio de este año, nuevamente nos será ofrecida en nuestras comunidades y parroquias la posibilidad de formarnos en la fe, de profundizar en ella, aprovechemos por lo tanto, esta posibilidad que se nos ofrece y dejemos así crecer cada día más en nosotros esta experiencia de fe. Todos debemos hacerlo, nuestra fe además crece, cuando la compartimos y la profundizamos en comunidad.
De esta forma realizaremos en nosotros lo que hoy nos pedía san Pablo: “Delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que proclamó tan noble profesión de fe ante Poncio Pilato, te ordeno que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que, en el tiempo apropiado, mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, que habita una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver”.
Con todo afecto os saludo y bendigo.
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona