Queridos hermanos y amigos:
Desde hace tres años, y a propuesta del papa Francisco, celebramos en este domingo XXXIII del tiempo ordinario, la Jornada Mundial de los Pobres. Cuando el Papa proponía este día de reflexión para toda la Iglesia, la motivaba con estas palabras: “Esta Jornada tiene como objetivo, en primer lugar, estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro. Al mismo tiempo, la invitación está dirigida a todos, independientemente de su confesión religiosa, para que se dispongan a compartir con los pobres a través de cualquier acción de solidaridad, como signo concreto de fraternidad”.
Este año, la frase con la que el Santo Padre nos invita reflexionar sobre los pobres es: “La esperanza de los pobres nunca se frustrará”. Esta frase, tomada del salmo 9, 19; nos habla de una constante histórica, fruto del pecado. Como nos dice el Papa en su mensaje: “El salmista describe la condición del pobre y la arrogancia del que lo oprime”.
Ahora también se repite con formas nuevas, pero con el mismo sentido, esta realidad. Es lo que Francisco llama, “nuevas esclavitudes a las que están sometidos millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños”. Pero, antes esta realidad, Dios siempre permanece fiel, en su defensa del pobre y el desvalido, nos dice el Papa: “La descripción de la acción de Dios en favor de los pobres es un estribillo permanente en la Sagrada Escritura. Él es aquel que “escucha”, “interviene”, “protege”, “defiende”, “redime”, “salva…” En definitiva, el pobre nunca encontrará a Dios indiferente o silencioso ante su oración. Dios es aquel que hace justicia y no olvida (cf. Sal 40,18; 70,6); de hecho, es para él un refugio y no deja de acudir en su ayuda (cf. Sal 10,14)”.
Si Dios no es indiferente ante la pobreza y el sufrimiento, tampoco lo podemos ser sus hijos ni lo puede ser su esposa la Iglesia. Como tantas veces nos dice el Papa y ahora nos lo repite en su mensaje: “Estamos llamados a tocar su carne para comprometernos en primera persona en un servicio que constituye auténtica evangelización. La promoción de los pobres, también en lo social, no es un compromiso externo al anuncio del Evangelio, por el contrario, pone de manifiesto el realismo de la fe cristiana y su validez histórica. El amor que da vida a la fe en Jesús no permite que sus discípulos se encierren en un individualismo asfixiante, soterrado en segmentos de intimidad espiritual, sin ninguna influencia en la vida social (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 183)”.
Es, por lo tanto, un nuevo estilo de vida, el que nos invita a realizar esta Jornada. Como nos dice el papa Francisco: “Antes que nada, los pobres tienen necesidad de Dios, de su amor hecho visible gracias a personas santas que viven junto a ellos, las que en la sencillez de su vida expresan y ponen de manifiesto la fuerza del amor cristiano”; y, para ello, nos sigue diciendo el Papa: “Dios se vale de muchos caminos y de instrumentos infinitos para llegar al corazón de las personas. Por supuesto, los pobres se acercan a nosotros también porque les distribuimos comida, pero lo que realmente necesitan va más allá del plato caliente o del bocadillo que les ofrecemos. Los pobres necesitan nuestras manos para reincorporarse, nuestros corazones para sentir de nuevo el calor del afecto, nuestra presencia para superar la soledad. Sencillamente, ellos necesitan amor”.
Un amor que se hace concreto y que puede devolver la esperanza con gesto sencillos y llenos de una profunda humanidad: “Basta con detenerse, sonreír, escuchar. Por un día dejemos de lado las estadísticas; los pobres no son números a los que se pueda recurrir para alardear con obras y proyectos. Los pobres son personas a las que hay que ir a encontrar: Son jóvenes y ancianos solos a los que se puede invitar a entrar en casa para compartir una comida; hombres, mujeres y niños que esperan una palabra amistosa. Los pobres nos salvan porque nos permiten encontrar el rostro de Jesucristo”.
Queridos hermanos, que estos puntos del mensaje del Papa para esta Jornada Mundial de los Pobres, y que he querido subrayar, sean una ayuda para dar a nuestro corazón y a nuestras comunidades, un impulso en la ayuda para que todos y especialmente los más pobres en encuentren la esperanza que no defrauda.
Con todo afecto os saludo y bendigo.
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona