En Cartas Obispo Emérito

Queridos hermanos y amigos:

En este domingo llegamos a la conclusión del año litúrgico con la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Curiosamente, el evangelio que hoy escuchamos (Lucas 23,35-43), nos presenta a Jesús, que es Rey, en la Cruz y podemos decir que ese es su trono.

El papa Francisco decía en su homilía el año 2016: “Su realeza es paradójica: Su trono es la cruz; su corona es de espinas; no tiene cetro, pero le ponen una caña en la mano; no viste suntuosamente, pero es privado de la túnica; no tiene anillos deslumbrantes en los dedos, sino sus manos están traspasadas por los clavos; no posee un tesoro, pero es vendido por treinta monedas”, y proseguía diciendo: “No es el poder según el mundo, sino el amor de Dios, un amor capaz de alcanzar y restaurar todas las cosas. Por este amor, Cristo se abajó hasta nosotros, vivió nuestra miseria humana, probó nuestra condición más ínfima: la injusticia, la traición, el abandono; experimentó la muerte, el sepulcro, los infiernos”.

El evangelista nos presenta a dos personajes que están con Jesús, son dos malhechores que, sin duda, habían cometido un grave delito que merecía la muerte, según la ley de Roma, viendo a Jesús junto a ellos sus actitudes son distintas, como nos dice el texto: “Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.

Podemos decir que este último malhechor ha comprendido que Jesús es el Mesías y, por lo tanto, Rey, y que aquella cruz de dolor es un trono de amor. Nosotros al situarnos ante la vida y sus experiencias dolorosas debemos pedir tener la confianza de aquel malhechor al que llamamos el “Buen Ladrón”. Ésa debe ser nuestra actitud como señalaba el papa Francisco en su mensaje para la XXXI Jornada Mundial de la Juventud:

“Quisiera recordar el episodio de los dos malhechores crucificados junto a Jesús. Uno de ellos es engreído, no se reconoce pecador, se ríe del Señor; el otro, en cambio, reconoce que ha fallado, se dirige al Señor y le dice: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino. Jesús le mira con misericordia infinita y le responde: Hoy estarás conmigo en el Paraíso. ¿Con cuál de los dos nos identificamos? ¿Con el que es engreído y no reconoce sus errores? ¿O quizás con el otro que reconoce que necesita la misericordia divina y la implora de todo corazón? En el Señor, que ha dado su vida por nosotros en la cruz, encontraremos siempre el amor incondicional que reconoce nuestra vida como un bien y nos da siempre la posibilidad de volver a comenzar”.

También nosotros debemos hoy elevar esa misma breve súplica al Señor: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”; y a hacerlo no solamente por nosotros sino en nombre de toda la humanidad. Ojalá, como el “Buen Ladrón” podamos escuchar en lo profundo del corazón las palabras de Jesús: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

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