Queridos hermanos y amigos:
Es éste el primer encuentro con vosotros, a través de Iglesia en Tarazona, en el nuevo año que estamos comenzando, por ello mi primer deseo es que el año, a pena comenzado, este lleno de la bendición del Señor.
Hoy concluimos el tiempo litúrgico de Navidad-Epifanía con la fiesta del bautismo del Señor. En toda las fiestas que hemos celebrado estos días, contemplamos la misma realidad, Dios se hace hombre para salvarnos asumiendo lo que es la realidad humana. Niño pequeño, envuelto en pañales y necesitado del cuidado de su madre, formando parte de una familia que pasa por dificultades y tiene que huir a Egipto, que después se establece en Nazaret, y allí vivirá del trabajo sencillo de un artesano.
En la fiesta que hoy celebramos, volvemos a ver esta misma realidad, Jesús, que es el Dios con nosotros, se pone en la fila de aquéllos que han oído la voz de Juan Bautista, y movidos a la conversión reciben el bautismo en las aguas del río Jordán.
Los profetas cuando anuncian al Mesías, lo hacen empleando la expresión “siervo”, especialmente Isaías: El siervo del Señor que con su mansedumbre es la luz de las naciones (Is 42). Y es precisamente, esta mansedumbre es la que salvará a la humanidad. Dios Padre hace oír su voz: “Éste es mi hijo, el amado, mi preferido”.
En la segunda lectura que nos ofrece hoy el oficio de lecturas, tomada de un sermón de san Gregorio Nacianceno, nos da una serie de consejos para comprender el significado del misterio que hoy celebramos del bautismo del Señor.
Así nos dice: “Cristo es iluminado: Dejémonos iluminar por él… descendamos al mismo tiempo que él, para ascender con él”.
“Jesús asciende de las aguas y lleva consigo al mundo hacia lo alto… “, el cielo cerrado por la soberbia de Adán, “se abre de par en par” para la humanidad”
Finalmente, Dios Padre hace oír su voz, estableciendo un nuevo diálogo con la humanidad que Jesús mismo proseguirá con el anuncio de la Buena Noticia en su predicación del Evangelio.
Esta fiesta nos debe preparar para vivir este nuevo año. Debemos fijarnos en la mansedumbre de Cristo para hacerla nuestra, en la sencillez de la vida cristiana. Que él sea quien nos ilumina en nuestra vida, en las decisiones que tenemos que tomar, en las actitudes que debemos tener en todo que realizamos y en nuestras relaciones con los demás. Para ello, necesitamos entrar en el diálogo que Dios ha comenzado con la humanidad y que encontramos en el Evangelio, la escucha de la Buena Noticia irá modelando nuestro espíritu y abrirá una nueva esperanza en nuestras vidas.
Todas estas actitudes nos ayudarán a transmitir con nuestro testimonio el Evangelio que es luz y vida y que nuestra sociedad necesita para hacer un mundo más humano.
Con todo afecto os saludo, bendigo y os deseo un gozoso y feliz año nuevo, lleno de gracias y dones.
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona