En Cartas Obispo Emérito

Concluimos hoy, con la celebración del Bautismo del Señor, el tiempo de Navidad y Epifanía. El mismo personaje bíblico que lo abría con el tiempo de Adviento, lo cierra hoy; es la figura de san Juan Bautista. En el evangelio (Marcos 1, 7-11) nos dice: “Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”.

Palabras que se cumplen inmediatamente en el Bautismo de Cristo; el Espíritu desciende como una paloma y el Padre declara solemnemente: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”.

Cristo que en su encarnación se había unido a la humanidad, va a realizar, desde ahora, la obra de la redención. Es el cumplimiento de lo anunciado en los profetas, como lo anuncia hoy, el profetas Isaías en la primera lectura (42, 1-4. 6-7).

Jesús, con el anuncio del evangelio y con las obras que va a realizar en su vida pública, viene a reconstruir aquello que por el pecado estaba perdido: “La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará”.

Más aún, va a hacernos hijos de Dios. En Él se realiza lo que rezamos en la oración colecta del día de Navidad: “Compartir la vida divina de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana”.

Hoy somos llamados, por lo tanto, a tomar conciencia de que, por nuestro bautismo, fuimos hechos hijos de Dios. El Catecismo (1216) nos presenta un bello texto de san Gregorio Nacianceno sobre lo que significa este sacramento: (El Bautismo) “es el más bello y magnífico de los dones de Dios […] lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios”.

En este año que estamos comenzando, éste debe ser uno de nuestros objetivos: Vivir plenamente la gracia que un día recibimos en nuestro bautismo. El Señor, si así lo deseamos, nos ayudará a cumplirlo.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

+Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona

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