In Cartas Obispo Emérito

Todos los primeros domingos de Cuaresma se proclama en el evangelio lo que conocemos como las tentaciones de Jesús que, durante cuarenta días, vive en el desierto.

Este año, lo escuchamos en el evangelio de S. Marcos (1,12-15); es un relato breve, más aún, si lo comparamos con los otros dos evangelistas que también presentan este momento de Jesús en el desierto (Mt 4, 1–11; Lc 4, 1–13); estos dos evangelistas concretan en el texto que escriben en qué han consistido estas tentaciones que el Señor ha tenido que superar en este tiempo de prueba que es el desierto. Sin embargo, S. Marcos nos señala que la lucha de Jesús en el desierto, no fueron solo tres tentaciones, más bien nos indica que las tentaciones y, por lo tanto, la lucha, fue la totalidad de estos cuarenta días.

San Marcos, sin darnos detalles de las tentaciones, como lo hacen los otros evangelistas, hace más intensa y profunda la lucha de Jesús. El desierto está presente en toda la Sagrada Escritura. En el Pentateuco, la colección de los cinco primeros libros de la Biblia, aparece como el lugar en el que el pueblo de Israel, guiado por Moisés, encuentra su identidad y se va formando, allí recibe la Ley. Los profetas y los salmos también recurren al desierto en muchas ocasiones. A pesar de lo agreste del lugar, de su falta de agua y alimento, en todos estos textos el desierto es un lugar de encuentro con Dios y, a la vez, de esperanza. Así, por ejemplo, nos dice Isaías: “»He aquí que voy a realizar cosa nueva… Ciertamente en el desierto trazaré un camino…» (Is 43,19).

También en el Nuevo Testamento, además de en las tentaciones de Jesús, aparece el desierto: «Voz de uno que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor» (Mc 1,3). Aquí lo vemos como el lugar del anuncio de la buena noticia, en la boca de san Juan el Bautista.

Nosotros, también vivimos, muchas veces, en el desierto, en una vida sin sentido y llena de luchas y contradicciones. En esta Cuaresma somos invitados a vivir esta realidad de desierto con Cristo. En la luchas de la vida, cuando estamos con Jesús, su fuerza es nuestra fuerza y Él es el verdadero consuelo.

La Cuaresma nos ofrece esta posibilidad, por ello, es un tiempo favorable, para renovar la alianza con Dios, para escuchar el anuncio de la Buena Noticia del evangelio, de volver a la oración y a los sacramentos. De esta forma, con Cristo venceremos y, a la vez, crecerá nuestra fe, la esperanza y la caridad.

Cordialmente os saludo y bendigo.

+Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona

Start typing and press Enter to search