En Cartas Obispo Emérito

Pocos días antes de comenzar la Cuaresma, se hacía público el mensaje que cada año el Papa dedica a todo el pueblo de Dios para iluminar el camino cuaresmal de cada año.

Este año lo ha titulado: “Mirad, estamos subiendo a Jerusalén…” (Mt 20,18) y como subtítulo: “Cuaresma: Un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad”. En su mismo título el Papa nos invita a centrarnos en lo más esencial de este tiempo de Cuaresma. En primer lugar, este tiempo es camino de peregrinación con Jesús, hacia Jerusalén, es decir hacia la Pascua y, en segundo lugar, un tiempo favorable para que, con la ayuda del Señor, renovemos nuestra fe, esperanza y caridad.

El papa Francisco nos explica brevemente cómo podemos cultivar estas virtudes fundamentales de la vida cristiana:

  • La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas.
  • La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino.
  • La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza.

Al final de la presentación de estos puntos, nos sugiere qué es lo que podemos hacer para incrementar estas virtudes, así con respecto a la fe nos dice:

“La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle ‘poner su morada’ en nosotros (cf. Jn 14,23)”. Para ello, el ayuno es una ayuda, porque: “Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero ‘lleno de gracia y de verdad’ (Jn 1,14)”.

La esperanza, empleando la figura de la Samaritana, es como el “agua viva” que calma nuestra sed. A su vez, este pasaje del evangelio de san Juan es una invitación a buscar esa “agua viva” en la oración: “En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: Por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura”.

Finalmente, nos pide que la caridad la centremos este año en la realidad de la pandemia que estamos viviendo: “Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro… ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo”

Os invito a leer este mensaje y a meditar en estos días sobre él.

+Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona

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