Celebramos en este IV domingo de Pascua, llamado de El Buen Pastor, la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas.
El evangelio de este domingo (Juan 10,11-18), nos propone la misión de Jesús identificándola con el buen pastor: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas». En esta figura nos debemos ver identificados todos los que respondiendo a llamada del Señor hemos consagrado nuestra vida a Él, siguiendo una vocación concreta, ya sea en la vida sacerdotal, en la religiosa o en otra forma de consagración.
En este día somos invitados a elevar nuestra oración en favor de las vocaciones. Oramos por aquellos que un día dijeron sí a esta llamada y oramos para que el Señor siga llamando, y los jóvenes puedan decir sí a la llamada.
El papa Francisco ha escrito un mensaje con motivo de la celebración de esta Jornada. Nos propone como ejemplo de consagración a San José, a quien estamos celebrando este año: San José: el sueño de la vocación.
El Papa nos propone lo que nos sugiere la figura de San José con tres palabras y pone en ellas la clave para nuestra vocación. La primera es sueño: «Todos en la vida sueñan con realizarse. Y es correcto que tengamos grandes expectativas, metas altas antes que objetivos efímeros —como el éxito, el dinero y la diversión—, que no son capaces de satisfacernos. De hecho, si pidiéramos a la gente que expresara en una sola palabra el sueño de su vida, no sería difícil imaginar la respuesta: “amor”. Es el amor el que da sentido a la vida, porque revela su misterio. La vida, en efecto, sólo se tiene si se da, sólo se posee verdaderamente si se entrega plenamente. San José tiene mucho que decirnos a este respecto porque, a través de los sueños que Dios le inspiró, hizo de su existencia un don».
La segunda palabra es servicio: «Se desprende de los Evangelios que vivió enteramente para los demás y nunca para sí mismo. El santo Pueblo de Dios lo llama esposo castísimo, revelando así su capacidad de amar sin retener nada para sí. Liberando el amor de su afán de posesión, se abrió a un servicio aún más fecundo».
La tercera palabra es fidelidad: «Esta fidelidad es el secreto de la alegría. Una alegría límpida. Era la alegría cotidiana y transparente de la sencillez, la alegría que siente quien custodia lo que es importante: la cercanía fiel a Dios y al prójimo».
En este día, junto a toda la Iglesia y contando con la intercesión de San José, pidamos que haya corazones generosos que respondan a la llamada de Dios.
Queridos hermanos: os ruego pedid al Señor que envíe nuevas vocaciones para la vida sacerdotal y para la vida consagrada. La Iglesia y nuestra diócesis necesita personas de especial consagración para serviros mejor.
+Eusebio Hernádez Sola, OAR.
Obispo de Tarazona