Desde el mes de octubre del año pasado y, a lo largo de lo que llevamos de año, el papa Francisco, en sus catequesis de cada miércoles, está hablando de la importancia de la oración en la vida del cristiano. Durante este largo periodo de tiempo va desgranando qué es la oración cristiana y, a la vez, es un impulso a que la retomemos o la hagamos más intensa.
La oración es algo que nunca debe faltar en la vida de un cristiano. El mismo Jesús es el modelo y maestro de nuestra oración: “Durante su vida pública, Jesús recurre constantemente a la fuerza de la oración. Los Evangelios nos lo muestran cuando se retira a lugares apartados a rezar. Se trata de observaciones sobrias y discretas, que dejan solo imaginar esos diálogos orantes. Estos testimonian claramente que, también en los momentos de mayor dedicación a los pobres y a los enfermos, Jesús no descuidaba nunca su diálogo íntimo con el Padre. Cuanto más inmerso estaba en las necesidades de la gente, más sentía la necesidad de reposar en la Comunión trinitaria, de volver con el Padre y el Espíritu” (catequesis 4.XI.2020)
También la Virgen María aparece como una mujer orante: “En la Virgen María, la natural intuición femenina es exaltada por su singular unión con Dios en la oración. Por esto, leyendo el Evangelio, notamos que algunas veces parece que ella desaparece, para después volver a aflorar en los momentos cruciales: María está abierta a la voz de Dios que guía su corazón, que guía sus pasos allí donde hay necesidad de su presencia. Presencia silenciosa de madre y de discípula. María está presente porque es Madre, pero también está presente porque es la primera discípula, la que ha aprendido mejor las cosas de Jesús. María nunca dice: “Venid, yo resolveré las cosas”. Sino que dice: “Haced lo que Él os diga”, siempre señalando con el dedo a Jesús. Esta actitud es típica del discípulo, y ella es la primera discípula: reza como Madre y reza como discípula”. (catequesis 18.XI.2020)
Estos últimos días de la Pascua deben ser unos días dedicados especialmente a la oración, sobre todo en los que van desde la Ascensión del Señor a Pentecostés. Reproduciendo lo que sucedió en la Iglesia naciente: «Todos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos» (Hechos 1,14).
Como nos dice el Papa: “Leyendo los Hechos de los Apóstoles descubrimos entonces cómo el poderoso motor de la evangelización son las reuniones de oración, donde quien participa experimenta en vivo la presencia de Jesús y es tocado por el Espíritu… rezando para entrar en comunión con Él, todo se vuelve vivo. La oración infunde luz y calor: el don del Espíritu hace nacer en ellos el fervor” (catequesis 25.XI.2020).
Hagamos de la oración nuestra compañera de viaje en estos tiempos de pandemia y nos abra a una esperanza confortadora.