En Cartas Obispo Emérito

Comenzamos hoy un nuevo año litúrgico y el tiempo de Adviento es la puerta que nos lo abre. De alguna manera, este tiempo nos muestra las actitudes que debemos vivir a lo largo de todo el año y también podemos decir que durante toda la vida.

Una de las actitudes que nos invita a vivir este tiempo de Adviento es la vigilancia, estar vigilante para saber acoger a Dios en nuestras vidas. El papa Francisco nos expone lo que significa ser una persona vigilante que es la que no “se deja vencer por el sueño del desánimo, de la falta de esperanza, de la desilusión” y al mismo tiempo “rechaza la solicitud de tantas vanidades de las que desborda el mundo y detrás de las cuales, a veces, se sacrifican tiempo y serenidad personal y familiar” (Ángelus, Domingo 3 de diciembre de 2017).

Otra actitud importante es la esperanza. El Adviento es un tiempo de alegre esperanza ante la venida del Señor. Al mismo tiempo que nos preparamos para su primera venida, miramos hacia su última venida en gloria y majestad al fin de los tiempos. Esperanza que, a su vez, nos invita a vivir una vida sobria que en palabras de Francisco es: “No ser dominados por las cosas de este mundo, por las realidades materiales, sino más bien a gobernarlas. Si por el contrario nos dejamos condicionar y dominar por ellas, no podemos percibir que hay algo mucho más importante: nuestro encuentro final con el Señor, y esto es importante. Ese, ese encuentro. Y las cosas de cada día deben tener ese horizonte, deben ser dirigidas a ese horizonte. Este encuentro con el Señor que viene por nosotros” (I Domingo de Adviento, 27 de noviembre de 2016).

El Aviento es también una invitación a la conversión, san Juan Bautista volverá a hacer oír su voz invitándonos a ella. Conversión que debe ser cotidiana, un paso adelante cada día. Volviendo a las palabras del papa Francisco, la conversión es: “Se trata de dejar los caminos, cómodos pero engañosos, de los ídolos de este mundo: el éxito a toda costa, el poder a costa de los más débiles, la sed de riquezas, el placer a cualquier precio. Y de abrir sin embargo el camino al Señor que viene: Él no nos quita nuestra libertad, sino que nos da la verdadera felicidad. Con el nacimiento de Jesús en Belén, es Dios mismo que viene a habitar en medio de nosotros para librarnos del egoísmo, del pecado y de la corrupción, de estas estas actitudes que son del diablo: buscar éxito a toda costa, el poder a costa de los más débiles, tener sed de riquezas y buscar el placer a cualquier precio.” (Ángelus, II Domingo de Adviento, 4 de diciembre de 2016).

Vivamos, pues, con intensidad esta escuela de vida cristiana que es el Adviento.

+Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona

 

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