En Cartas Obispo Emérito

Este domingo tenemos nuestra cita anual con la campaña que realiza Manos Unidas en su lucha contra el hambre en el mundo. El viernes celebramos en día del Ayuno Voluntario y hoy la Jornada Nacional.

El lema de la campaña de este año: “Nuestra indiferencia los condena al olvido”, es una voz que debe tocar nuestro corazón para que nuestra vida no sea indiferente ante el sufrimiento de tantas personas que en todo el mundo viven en una situación de extrema pobreza. Algo tan esencial como tener medios para poder alimentarse y vivir con dignidad.

En los materiales que se nos ofrecen en esta Campaña podemos encontrar muchas reflexiones que nos ayudan a profundizar en los diversos motivos por las que existen tantas desigualdades en nuestro mundo.

Es precisamente la desigualdad la que alimenta el hambre, pero el gran peligro es pensar que estas desigualdades son inevitables. La desigualdad en la que vive la humanidad es evitable. Por ello debemos colaborar en la transformación de nuestro mundo, aportando creatividad, esperanza y compromiso concreto.

En la última Jornada Mundial de los Pobres, del pasado noviembre, nos decía el papa Francisco: “Toda la obra de Jesús afirma que «la pobreza no es fruto de la fatalidad», sino que es «un signo concreto de su presencia entre nosotros, – ellos- no son personas “externas” a la comunidad, sino hermanos y hermanas con los cuales compartir el sufrimiento para aliviar su malestar y marginación, para que recuperen la dignidad perdida y se les asegure la necesaria inclusión social”.

Muchas veces, nos podemos preguntar, pero, yo ¿qué puedo hacer? Ciertamente que nuestra influencia es pequeña y que los problemas del hambre son grandes. En los materiales que nos ofrece Manos Unidas para esta Jornada, aparece un artículo en el que se entrevista a una religiosa española, Rosalía García, que ha trabajado muchos años en un pequeño y lejano pueblo, Pirayú, en Paraguay.

El artículo resume en el titular la obra de esta religiosa: “Lo que conseguimos eran como pequeños milagros”. Nos narra con sencillez los trabajos de muchos años de entrega y lo que con poco se puede conseguir para devolver la dignidad a las personas que viven en extrema pobreza. Nosotros también podemos ser protagonistas de pequeños milagros. Manos Unidas nos impulsa, un año más, a ser parte importante de estos pequeños milagros.

Este año, lo hacemos con el proyecto que la diócesis de Tarazona va a financiar con nuestras generosas aportaciones: “Desarrollo integral para 2000 personas en estado de Dalit en 12 aldeas de Amravati, en el centro de la India”

El proyecto de Manos Unidas tendrá una duración de un año y comenzará por dotar y formar en los recursos técnicos a 2000 personas para su capacitación, generación de ingresos, asesoramiento legal, escolarización y atención higiénico-sanitaria. Nuestra aportación será de 35.492 €.

Os agradezco a todos la generosidad que estoy seguro vamos a tener. También quiero agradecer a todos los que como voluntarios trabajáis a lo largo de todo el año en Manos Unidas. Que el Señor os bendiga.

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