En General

Durante los meses de julio y agosto, dejará de publicarse “Iglesia en Tarazona”, la revista diocesana que a lo largo de todo el curso nos informa sobre la vida de la Iglesia universal y de nuestra diócesis.

Es una iniciativa que nos ayuda a vivir en comunión con la vida de la Iglesia y con la vida de nuestra diócesis. Cada semana, puntualmente, llega a nuestras parroquias y en ella podemos conocer lo que en nuestra diócesis sucede. A su vez, nos ayuda también, de una forma sencilla, a formarnos sobre ciertos temas de actualidad.

Quiero agradecer a todos aquellos que en la provincia eclesiástica y en la diócesis hacen posible esta publicación.

Llegan en estas fechas los meses centrales del verano, meses que a su vez están llenos de actividades religiosas en muchas parroquias y comunidades. Casi todas las celebraciones festivas se realizan en estos meses veraniegos. Los pueblos, a su vez, se llenan de vida, con todos aquellos que viviendo en otros lugares pasan unos días en los pueblos en los que tienen su origen familiar.

Días festivos que deben ser de encuentro familiares y de comunión con todos. Es también un tiempo en que recuperamos muchas costumbres religiosas, espero y deseo que ello ayude a muchos a descubrir nuevamente sus raíces cristianas.

Es tiempo adecuado para fortalecer los vínculos familiares. El ritmo acelerado que llevamos por mil razones laborales o lúdicas, no favorece, precisamente la cercanía, sinceridad o diálogo de los unos con los otros: el verano es vida que se comparte.

Es un momento para el descanso, pero no para dejar que “Dios” se duerma en nuestro corazón o, tal vez, lo dejemos marginado por otros “dioses” más refrescantes pero efímeros. El verano no es excusa para vivir al margen de la fe.

El papa Francisco nos da algunas recomendaciones para el tiempo de descanso:

Vida familiar: “En la familia se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir «gracias» como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y a pedir perdón cuando hacemos algún daño. Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea.”. (LS 213)

Participar en la Eucaristía dominical tiene una importancia especial: “El ser humano tiende a reducir el descanso contemplativo al ámbito de lo infecundo o innecesario, olvidando que así se quita a la obra que se realiza lo más importante: su sentido. Estamos llamados a incluir en nuestro obrar una dimensión receptiva y gratuita, que es algo diferente de un mero no hacer. Se trata de otra manera de obrar que forma parte de nuestra esencia. De ese modo, la acción humana es preservada no únicamente del activismo vacío, sino también del desenfreno voraz y de la conciencia aislada que lleva a perseguir sólo el beneficio personal……  Así, el día de descanso, cuyo centro es la Eucaristía, derrama su luz sobre la semana entera y nos motiva a incorporar el cuidado de la naturaleza y de los pobres. “(LS 237)

¡Feliz verano a todos! Que descansemos todos en el Señor

 

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