La santidad es el adorno de tu casa por días sin término, nos dice el salmo 92 que, unido a la exhortación de San Pablo, “No olvidéis que sois templo del Espíritu”, nos dan las claves para prepararnos a la celebración de este día tan querido de Todos los Santos y también, para avanzar en el camino hacia la santidad.
Ya desde los comienzos del pueblo de Israel como el libro del Levítico Cuando Dios da las normas de cómo tiene que vivir su pueblo, hace una llamada clara a la santidad “sed Santos como yo soy Santo“ (Lev.. 11,44). También en el credo rezamos: “creo en la iglesia que es Santa”; es el estilo De vida del seguidor de Jesús.
La celebración del día de Todos los Santos es la expresión concreta de que lo que rezamos en el credo se hace realidad en la vida de tantos creyentes a lo largo de la historia de la Iglesia. La mayoría son anónimos, no están en el listado oficial de los canonizados, Pero todos conocemos personas que nos han dejado y que para nosotros han sido y son un ejemplo de vida unida a Cristo, modelos de vida evangélica. Todos esos que llevamos en nuestra memoria y en nuestro corazón son honrados hoy como Santos. Fiesta por tanto grande para la iglesia porque sigue desarrollando su vocación a la santidad.
El papá Benedicto XVI se preguntaba ¿puedo con mis esfuerzos llegar a la santidad? Responde diciendo “una vida Santa no es fruto principalmente de nuestros esfuerzos, de nuestras acciones, porque es Dios quien nos hace Santos; Es la acción del Espíritu Santo la que nos anima desde nuestro interior; es la vida misma de Cristo resucitado la que se nos comunica y nos transforma”.
La santidad está unida al amor de Dios, sin su amor no podemos hacer nada. Es el amor lo que modela nuestras mentes nuestra voluntad para hacernos semejantes a Dios, porque Dios es amor. Como decía Santa Teresita del Niño Jesús “la santidad consiste en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños en los brazos de Dios y nos lleva a confiar en su bondad paternal.
El Concilio Vaticano II recordó a todos los creyentes que la santidad es algo más que un deseo, es una vocación, una vocación que recibimos ya desde el bautismo que, aunque supera las capacidades humanas, es el camino ordinario de la vida del Cristiano. Camino irrenunciable que para poder recorrerlo recibimos el espíritu desde el primer momento que nacemos a la fe. Esta es la razón Podemos aceptar esta vocación, no solo depende de nosotros, sino de la acción que el espíritu va haciendo en nuestras vidas y que será consumada en el cielo donde seremos plenamente hijos de Dios.
En este día recibimos de nuevo la llamada abrirnos a la acción del espíritu que transforma nuestras vidas. No tengamos miedo de mirar a lo alto y recordar nuestra vocación a ser Santos. No tengamos miedo porque tenemos ya muchos intercesores que nos han precedido en este camino y nos guían por él.
Feliz día de Todos los Santos.
+Vicente Rebollo Mozos
Obispo de Tarazona