Todos los años la semana del 18 al 25 de enero se nos convoca a los cristianos a rezar por la unidad. El deseo de Jesús manifestado insistentemente en ese mensaje antes de su pasión llamado oración sacerdotal, y que recoge San Juan en el capítulo 17 de su Evangelio, pide la unidad de los que le han seguido y cree en él “que sean uno”, con una finalidad expresada en el versículo 21 “para que el mundo crea que tú me has enviado”. Por tanto, no es una cuestión de estética o de satisfacción personal, se trata del medio fundamental para que la fe en Jesús como el enviado del padre para salvarnos, llegué a todos.
Hay 3 grandes divisiones en la historia del cristianismo, la de Oriente y Occidente en el siglo XI, la del protestantismo en el siglo XVI y la del anglicanismo también del siglo XVI. Ya a lo largo de la historia, especialmente a través de los concilios, se intentó rehacer la unidad de todos los seguidores de Jesús, pero fue a partir del siglo XIX cuando se inició lo que se conoce como movimiento ecuménico con la finalidad de buscar esa unión; el Concilio Vaticano II y los últimos papas han acentuado este deseo y los medios para conseguirlo. El dedicar una semana al año para orar pidiendo esta unidad es un medio más, quizá el más poderoso, para que la podamos conseguir.
Los motivos alegados para la división tienen una base tan teórica que no es fácil comprender y compartir la situación en la que nos encontramos, De ahí la necesidad de cambiar nuestro corazón, de pedir a través de la oración, que desaparezcan de nosotros las injusticias, egoísmos, abusos de poder … que nos impiden vivir unidos.
La unidad es un bien, la división es un mal, lo hemos experimentado muchas veces en nuestra vida cuando se consigue, qué feliz se es estando unidos y qué fracaso y cuánto disgusto genera la división. De ahí, que se vea como una necesidad y mucho más para un creyente que considera a todos como hermanos.
El lema que se nos propone este año para orar y reflexionar está tomado del profeta Isaías: “haz el bien; busca la justicia”. Muchas veces, insiste Isaías, que si nuestra oración no va acompañada por la misericordia, la justicia y la compasión no le agrada a Dios por que es superficial, hecha sólo con los labios y no con el corazón. Por el contrario, la oración que va acompañada de obras de caridad es la que conmueve a Dios, la que le hace mirar al hombre con compasión, le acerca totalmente a él. De ahí, que Isaías insista en hacer el bien y buscar la justicia.
Recemos por la unidad y además, acompañemos esa oración con un compromiso serio y profundo por la caridad, que entre los que nos rodean evitemos lo que nos separ y unamos nuestras fuerzas para hacer el bien. Las metas altas hacen olvidar las diferencias entre las personas. La meta es grande, la unidad; el camino, practicar el bien para olvidar lo que nos separa.
Que esta semana intensifiquemos nuestra oración pidiendo por la unidad de los cristianos para que algún día sea realidad el deseo de Jesús, que todos seamos uno.
+Vicente Rebollo Mozos.
Obispo de Tarazona