Hemos celebrado, el jueves pasado, el día de los difuntos; precedido de la celebración del día de Todos Los Santos. Tradicionalmente la Iglesia ha dedicado este mes de noviembre a rezar por los difuntos. Es una costumbre que viene de muy antiguo. Ya en el libro de los Macabeos encontramos la recomendación siguiente, “si no hubieran esperado la resurrección de los caídos, habría sido inútil y ridículo rezar por los muertos. Pero, considerando que los que habían muerto piadosamente, les estaba reservado un magnífico premio, la idea es piadosa y santa” (2 Mac. 12, 44-45).
Se atribuye al monje benedictino San Odilón de Cluny en el año 998 la celebración de este día, para orar por las almas del purgatorio. No obstante, el rezar por los difuntos, se hace desde el origen de la propia Iglesia, incluso, se pueden encontrar oraciones en las catacumbas romanas.
Hoy se está perdiendo la práctica de esta obra de misericordia, es más, se esconde la realidad de la muerte, como algo casi tabú, está prohibido hablar de ello; se oculta y se enmascara con otras celebraciones paganas que se están metiendo rápidamente en nuestra sociedad, como si fuese una tradición de siempre, como puede ser el día de Halloween, en el que se cambia el respeto, la oración por nuestros queridos difuntos, por el ridículo, la leyenda y el miedo.
Si es mezquino renunciar a nuestras raíces, a nuestras tradiciones, también lo es olvidarse de nuestros antepasados a los que tenemos que agradecerles el que estemos aquí y todo lo que tenemos. Por eso es de alabar y, por supuesto, cuidar y mantener la tradición de que a la vez que celebramos las fiestas patronales, el día después o anterior, lo dediquemos a rezar por los difuntos del pueblo, ciudad, parroquia…
Siempre buscamos que el recuerdo de nuestros seres queridos no se acabe y mucho menos, nuestro cariño hacia ellos; para ello, nos servimos de fotos, objetos que usaron u otros símbolos que nos ayuden a recordarles. ¡Tenemos tanto que agradecerles y recordar! Pues una de las mejores formas para pagar lo que han hecho por nosotros y de mantener vivo su recuerdo es rezar por ellos en el aniversario de su muerte, el día de su cumpleaños u otros días significativos.
Ofrecer la Eucaristía por su eterno descanso es el mejor recuerdo, el mayor agradecimiento y la muestra de más cariño hacia ellos. Además, como nos dice el catecismo de la Iglesia Católica, “nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor” (958) También podemos ofrecer limosnas, indulgencias, obras de caridad, obras de penitencia.
Todos formamos la única Iglesia de Cristo, unos ya han terminado la peregrinación por este mundo, otros aún peregrinamos, pero todos somos la familia de los creyentes en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, así lo recuerdas el Concilio Vaticano II (LG. 49).
Los creyentes tenemos que ser personas de oración y en ella, nunca debemos olvidar a nuestros difuntos, los que hemos conocido y aquellos por los que nadie reza.
+Vicente Rebollo Mozos.
Obispo de Tarazona.