A todos nos gusta disfrutar de la naturaleza, nos ayuda a descubrir el amor de Dios por nosotros, nos genera satisfacción en nuestro espíritu. Descubrir que todo es don de Dios para las personas y si, además, lo hacemos con otras personas, familiares, amigos edifica más nuestro interior. Esta misma sensibilidad espiritual nos lleva a rechazar, a condenar cuando no se cuida, no se protege o no se puede acercar a lugares significativos.
Hoy, 1 de septiembre se celebra la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, a ella nos convoca el Papa Francisco con el lema “espera y actúa con la creación”. Desde el momento de la creación, Dios, Nuestro Padre, entregó al hombre todo lo creado, “Sed fecundos y multiplicados llenad la tierra sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra” (Gn. 1, 28). Esta situación cambió radicalmente cuando el hombre traicionó, con el pecado, el plan amoroso de Dios sobre la creación. Todas las relaciones han quedado alteradas: entre personas, entre las personas y la naturaleza, la naturaleza entre sí, porque el hombre que era el administrador de todo lo creado, se quiso convertir en dueño y señor. En palabras del Papa Francisco “Pretender poseer y dominar la naturaleza, manipularla a su voluntad, es una forma de idolatría” (Mensaje para la Jornada, 7).
Desde entonces conocemos y sufrimos las consecuencias del pecado. Desastres naturales, faltas de alimento, poco cuidado de la casa común que se resiente y lo más grave, las relaciones humanas dañadas, falta de entendimiento de las personas, explotación de los débiles, odio, rencor, muerte. El egoísmo lo envuelve todo y esto hace que no nos amemos suficientemente las personas, ni cuidemos con esmero lo creado.
Ante esta realidad, el Papa nos invita a ser mensajeros activos en este cuidado de nuestro mundo. ¿Por qué podemos hacerlo? Porque siguiendo las palabras de San Pablo, “Nosotros, que poseemos las primicias del espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo” (Rm. 8, 23) Por tanto, tenemos motivos para la esperanza, el Espíritu que habita en nosotros nos convierte en constructores activos de hermandad y del cuidado de la “casa común”. Ya desde el momento del pecado, Dios anunció la salvación, y con la redención de Cristo y la venida del Espíritu es nuestra ocupación el cuidado de todos y de todo, en espera de la redención plena. Como nos dice el Papa Francisco en su mensaje “El don del espíritu nos llama a la conversión de estilos de vida” (5).
Tarea esta de humanizar y cuidar para la que se nos llama a trabajar juntos, “Esperar y actuar con la creación, nos pide aunar esfuerzos todas las personas para poner nuestras capacidades al servicio de la paz y del desarrollo integral” (6). “Esperar y actuar con la creación, es vivir una fe fecunda que acompaña a los que sufren, entregarnos en favor de la humanidad y de toda la creación” (9).
Oremos, comprometámonos por crecer como hijos de nuestro padre Dios que nos ha constituidos servidores de los hombres y del mundo.
+Mons. Vicente Rebollo Mozos.
Obispo de Tarazona